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Casos de Estudio 003: Estudio de factibilidad de la
Italia y Francia: ¿Aliados de Alemania en Seelöwe?
El 13 de julio de 1940 Mussolini ofreció hombres y aviones a Hitler de cara a la invasión de Gran Bretaña: la oferta fue rechazada... A tenor de la endémica carencia de transportes (que hizo bajar las expectativas alemanas de 40 a 13 divisiones en su primera oleada), el ofrecimiento de unidades de tierra estaba fuera de lugar. Al margen quedan consideraciones en cuanto al valor operacional de un ejército poco preparado (por equipamiento y tácticas) para una guerra moderna. La aviación tal vez hubiera podido resultar útil para una estrategia de saturación y, pese a la negativa, Mussolini logró imponer un Cuerpo Aéreo que participó en la Batalla de Inglaterra (véase Análisis de una eventual contribución aérea italiana a "Seelöwe"). La principal baza hubiera sido la de una marina con libertad de movimientos que supliera las carencias de la Kriegsmarine. Sin embargo eso hubiera requerido el paso previo de la conquista de Gibraltar. Otra opción, y ésta sí la contemplaron los primeros análisis germanos, consistía en usarla para “fijar” la Royal Navy en el Mediterráneo. No obstante, fue desestimada, tal vez por razones políticas.
Al margen de consideraciones estratégicas, Italia no estaba preparada para la contienda en que se embarcó. Razones políticas hicieron que Mussolini declarara la guerra a Francia y Gran Bretaña pero, si no llega a ser por el inesperado y arrollador éxito alemán, es improbable que se hubiera intentado otra cosa que algún escarceo colonial. Prueba de esta falta de preparación, que remarca Pietro Badoglio (ver Nota 1) por entonces jefe del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, es la carencia de un plan de operaciones para ocupar Malta; un importante escollo en la ruta de abastecimiento de Libia (véase cuadro anexo).
Las prisas por “comerse un trozo de pastel”, colonial principalmente, llevó a Mussolini a entrar en una guerra que su pueblo no deseaba, mal equipado y sin una intencionalidad clara. Buscando una posición que le permitiera negociar en condiciones de superioridad frente a franceses (ya derrotados) y británicos (en camino de ser vencidos) y temiendo quedar apeado de un tren que circulaba demasiada velocidad instó a sus fuerzas armadas a penetrar en territorio egipcio con un ejército inapropiado para una guerra de movimiento moderna, máxime para las condiciones específicas del desierto africano. (ver Nota 2) Además de, como hemos visto, ofrecer su ayuda (más bien su justificación) en la operación Seelöwe. Hemos de considerar que en el desequilibrio de poder en Europa consiguientemente a la caída de Francia, Alemania se vio a si misma en un espejo distorsionado como la gran vencedora y la rectora del destino de esa misma Europa. Ello conllevaba la estructuración del Reich procurando no modificar, o variar lo menos posible, el status quo. Tenemos que tener presente que la misión de Hitler no era extender una revolución fascista por el mundo. Desde este punto de vista cualquier concesión desequilibraba la precaria estabilidad. De ahí que no se aprovechara la coyuntura favorable creada por los ataques británicos a la flota gala: El 18 de junio de 1940 se da orden de apoderarse de los barcos franceses en puerto inglés mediante golpes de mano. El 4 de julio la flota de Gibraltar ataca los navíos surtos en Mers-el-Kebir (operación Catapulta); hundieron un buque y dañaron otros tres. En la acción murieron 1300 marineros franceses. 6 y 8 de julio, aviones torpederos atacan nuevamente Mers-el-Kebir. A la par, grupos de choque se apoderan por la fuerza de buques galos, causando bajas entre los tripulantes.
Será entonces, 1 de octubre, cuando Hitler intente integrar a Francia, Italia y España en una estrategia común contra Gran Bretaña (El gran engaño) y, según Goda, (ver Nota 4) contra Estados Unidos (directiva nº 18). Pero eso es otra historia. Lo que realmente nos interesa es que la propuesta anti-británica de acción conjunta franco-germana fue desestimada y que, a lo largo de 1940, diversos navíos franceses de gran entidad (ver Nota 5) habían navegado por el Atlántico (ver Nota 6) (pudiendo ser enviados, en caso de necesidad, al Canal de la Mancha). Las dos posibilidades fueron desestimadas por Hitler; la soberbia de alguien que se consideraba absoluto vencedor hizo rechazar altivamente cualquier ofrecimiento de ayuda. Nuevamente (véase el artículo sobre Vlassov), cuando se quisieron adoptar medidas fue demasiado tarde. En octubre se buscó la integración de España, Italia y Francia en una estrategia mediterránea conjunta, de cara a una futura guerra contra Inglaterra y EUA (ver Nota 7) (que no tenía por que ser ofensiva al otro lado del Atlántico), tras acabar rápidamente con el coloso ruso. Aún así, lo hizo desde la perspectiva del vencedor, sin dar garantías a nadie sobre sus peticiones y buscando contentar a todos ofreciendo lo mínimo posible procurando, en suma, no cambiar el status quo: lo que Goda llama El Gran Engaño. España, al no conseguir garantías, se negó a entrar en la contienda. Francia, tras negociaciones con Washington y no ver amenazado su imperio colonial, destituyó a Laval y adoptó una postura neutra. Italia se embarcó en dos aventuras que le iban a reportar muchos sinsabores; Grecia y Egipto. Alemania dirigió toda su atención hacia el este (Hitler pretendía invadir la URSS en otoño de 1940), permitiendo la creación de un frente negativo. (ver Nota 8) Buscaba acabar rápidamente con la perspectiva de “liberar” a Japón de la cuestión soviética y que, consiguientemente, amenazara los intereses norteamericanos en el Pacífico. Eso, a su ve, haría concentrarse a los EUA en ese escenario reduciendo su atención en Europa. Así, Alemania, podría preparar su siguiente movimiento contra la prevista alianza británico-estadounidense. Pero eso, es teoría. Las premisas en que su fundamentaba no eran correctas... de nuevo, el servicio de Inteligencia alemán no estaba bien informado. Esta carencia fue la que, al fin y a la postre, derrotaría a la Wehrmacht. (ver Nota 9)
Bibliografía: Petacco, Arrigo; Crónica militar y política de la Segunda Guerra Mundial. Editorial Sarpe, Madrid 1982 (vol. I). Badoglio, Pietro; Italia en la Segunda Guerra Mundial. Colección Grandes Actualidades 1945 Macksey, Keneth; Beda Fomm, la victoria clásica. Ed. San Martín, Madrid 1975 Caballero Jurado, Carlos; Hitler o Napoleón. La legión de Voluntarios Franceses en la Campaña de Rusia. García Hispán editor. Granada 2000. Goda, Norman J.W.; Y mañana... el mundo. Alianza editorial. Madrid 2002. Fuller, J. F.C.; Batallas decisivas del mundo occidental. Ediciones ejército, Madrid 1985 (tomo III). José Ignacio Pasamar López |
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