Casos de Estudio 002:

Operación "MI" Batalla de Midway

Introducción, 5 de junio de 1942

Apenas habían transcurrido tres horas del 5 de junio a bordo del Yamato y en la cabina del Almirante se encontraba un hombre solo: Isoroku Yamamoto. Estaba sentado en su silla tras su escritorio meditando en silencio y la oscuridad envolvía toda la cámara. Menos de 24 horas antes la mayor flota que había visto el Japón nunca, tenía la misión de conquistar no solo un pequeño atolón en medio del Pacífico sino también, la de destruir en combate a las fuerzas de portaaviones de la Marina de los EE.UU. Desgraciadamente el Almirante Yamamoto desconocía que los EE.UU. habían roto hacía meses su Clave Naval, por lo que podían leer sus mensajes cifrados y en consecuencia preparar la defensa adecuadamente. A media mañana del 4 de junio las tres cuartas partes de su fuerza de portaaviones de ataque se hallaban en llamas y los cuidadosos planes del Almirante se convertían en humo con ellos. Más tarde el último portaaviones superviviente también caía bajo las bombas EE.UU. Los planes japoneses para destruir en combate a las Fuerzas Navales de EE.UU. habían desaparecido y con ellos el intento de forzar una paz negociada con los EE.UU.

Yamamoto se hallaba meditando no solo el futuro que les esperaba, sino que intentaba descubrir los errores en que había incurrido y que terminaron con su orgullosa fuerza de portaaviones en el fondo del océano. El viejo Almirante -los marinos estadounidenses que le conocían sabían que era un formidable jugador de póquer- había decidido realizar su jugada más arriesgada pero desconocía que su contrincante conocía la mano que llevaba y los triunfos que tenía, y en consecuencia no mordió el anzuelo y a su vez contraatacó y le venció, por un margen muy pequeño pero efectivo.

También se sentía con su corazón desgarrado por varias causas. La primera y la más importante es que le había fallado a su Emperador. Otra era que el Vicealmirante Nagumo había solicitado su permiso para hundir al Akagi, el buque insignia. A Yamamoto le unía una especial afinidad con ese buque del que había sido su primer capitán. Nagumo le había informado que el buque se encontraba adrizado, es decir que flotaba bien, las salas de calderas y de máquinas estaban en perfecto estado pero las llamas que devoraban el buque eran incontrolables y no se podía salvarlo.


Almirante Isoroku Yamamoto

Horas antes el Almirante Yamamoto había ordenado cerrar sobre el Yorktown para rematarlo, cuando aún no sabía de la presencia de otros dos portaaviones. Ordenó al Contraalmirante Kurita y a su fuerza de cruceros pesados el bombardeo nocturno de Midway para preparar los desembarcos, y ya había destacado al I-168 para que bombardease la isla hasta la llegada de los cruceros de Kurita y también ordenó al Almirante Kakuta que con los Junyo y Ryujo se dirigiesen al sur a toda máquina para reunirse con los Zuiho e Hiryu, pero poco antes de caer la noche recibió un mensaje de Nagumo que le indicaba que los EE.UU. al menos tenían otros dos portaaviones intactos en la zona. Yamamoto ya conocía la suerte sufrida por el Hiryu y la que podía correr el ligero Zuiho, y de repente en la oscuridad de su cabina tomó una dolorosa resolución. Subiendo las escaleras hacia el puente de mando cada vez que pensaba en las órdenes que iba a dictar, su corazón se encogía cada vez más. Al llegar al tenuemente iluminado puente de mando del Yamato se encaró con el Almirante Ugaki, su Jefe de Estado Mayor, sus ojos relucían debido a las lágrimas que se le iban acumulando, ¿de rabia, dolor, impotencia o las tres cosas?, y con voz grave y pausada ordenó el abandono de todas las operaciones en Midway y el regreso al Japón. También dio su visto bueno para que rematasen al Akagi, y dictadas estas órdenes el viejo lobo de mar se retiró a la oscuridad y soledad de su cámara privada.

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José Miguel Fernández Gil
"Alm. Yamamoto"
alm_yamamoto@hotmail.com

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