Submarinos
 

La vida y otras cosas en un submarino

Todos sabemos bien lo que es un submarino, pero conocemos poco de su interior y de como se desarrolla la vida en él y la convivencia. Con la ayuda de unas fotos, un dibujo y un poco de imaginación vamos a ver como es.

En principio imaginemos meter a 48 personas en un habitáculo de alrededor de 60 metros de largo por cuatro de ancho y a esa exigua superficie descontémosle el espacio que ocupan los diferentes aparatos y máquinas que lleva. Luego hay que tener en cuenta el espacio que ocupan torpedos y suministros y nos quedará un lugar incómodo en el que los hombres casi ni se revuelven, teniendo que compartir tres de ellos una litera para dormir, y quedando exentos de ésta circunstancia solo los oficiales.

Visto lo anterior podremos darnos una idea de lo que era un submarino en circunstancias normales durante la Segunda Guerra Mundial, pero tenemos la otra cara de la moneda: en los momentos de combate, y aquí se dan otra serie de circunstancias en las que el submarino no solo es incómodo, sino que además, en el mejor de los casos es peligroso, nauseabundo, claustrofóbico y neurótico.

Bajo ataque de cargas de profundidad el submarino se mueve sin cesar batido por las ondas expansivas de las explosiones, los movimientos se hacen más violentos cuanto más próximas estallan las cargas, todo aquello que no está sujeto convenientemente se cae, si es de peso considerable puede causar heridas e incluso la muerte de aquel que pilla debajo. Cuando el ataque es a plena luz del día los tripulantes deben hacer sus necesidades en latas o calderos, ya que como las heces son menos densas que el agua y flotan, pueden delatar el lugar en el que se encuentra el submarino. Es algo inútil hacerlo en dichos recipientes ya que el movimiento del submarino hace que calderos y latas caigan, desparramando su contenido, y unidos a los olores del sudor, comida, el aire enrarecido y los provenientes de la cocina, todos ellos se acumulan en ese espacio cerrado provocando una atmósfera irrespirable.

La muerte en un submarino puede ser por varias causas siendo la más habitual el ahogamiento por inmersión, pero también el gas clorhídrico provocado por la reacción química del contenido de las baterías con el agua de mar puede ser la causa. Para darnos una idea, ponerse enfermo con carácter grave podía ser también un serio inconveniente, lo mismo que tener algún tipo de accidente grave como podría ser una fractura o una herida seria, ya que los medios de auxilio eran escasos al operar el submarino habitualmente en aguas hostiles.

También eran peligrosas las guardias en la torre cuando se navegaba en superficie con mal tiempo: algún submarino perdió a sus vigías en esas circunstancias, siendo difícil su localización y salvamento, ya que quien se daba cuenta era la guardia siguiente que comprobaba horrorizada la desaparición de sus compañeros.

Las comidas aunque relativamente buenas comparadas con otras armas o destinos, debían hacerse de modo rápido y en los correspondientes departamentos. La rapidez venía dada por causa de sustituir a los compañeros de guardia y que estos pudieran comer caliente lo preparado por el cocinero.

Los habitualmente tres meses de campaña de un submarino a comienzos de la guerra eran un pequeño paseo por un infierno que pasó a ser más largo cuando comenzaron a funcionar los buques y submarinos de suministro. Estos últimos eran llamados "vacas lecheras" y proporcionaban (ambos) munición, combustible y comida para prolongar la campaña unos meses más.

Por último decir que, según cálculos, la vida media de un tripulante de un Uboot era de 51 días y que si bien al principio había voluntarios, poco a poco el voluntariado para esta arma fue disminuyendo hasta el punto tener que destinar de un modo obligatorio a miembros de otras unidades de la marina.

Bibliografía:

Uboote mito y realidad de un trágico destino
Autor: Santiago Mata
Ediciones Almena

La batalla del Atlántico
Ediciones Optima
Crónica Militar y política de la 2ª Guerra Mundial
Ediciones SARPE

Diccionario Enciclopédico ilustrado
Editorial Espasa Calpe

Mediavilla
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Esquema ampliable

 

Los tripulantes de un submarino

Los tripulantes de un submarino debían tener nervios de acero y un buen entrenamiento. En un submarino cualquier error significaba pérdida de vidas, y conservar la calma en caso de ataque era imprescindible. El silencio y seguir al pie de la letra las indicaciones de los experimentados comandantes era esencial; salir de un submarino en caso de hundimiento era complicado aún en superficie y casi siempre se perdía algún tripulante con él.

Los comandantes debían tener una fuerte personalidad al tiempo que una buena preparación sicológica, era necesario saber tratar a sus subordinados según los casos que se dieran, también era necesario trasmitir seguridad.

Como anécdota se puede citar la actitud de Otto Ketschmer, que encontrándose a bordo del U99 y siendo atacado por unos escoltas de un convoy, estuvo hablando con cada uno de sus subordinados y tranquilizando a aquellos que peor se encontraban. Incluso se permitió el lujo de echar un sueño que fue interrumpido por el estruendo de cargas de profundidad después de 45 minutos. Posteriormente se puso a leer un libro para poder pensar y transmitir tranquilidad a sus compañeros de aventura. Más tarde uno de ellos se percató de que el libro estaba al revés.

Después de pasar más de 15 horas bamboleándose, el submarino salió a la superficie y todos ellos pudieron respirar aire fresco.

También tenemos una prueba de lo que significa la vacilación, cosa que puede ocurrir ya que las decisiones de un comandante se deben tomar en segundos en caso de peligro. Es el caso de Gunter Prien el más famoso as de submarinos aunque no el número uno en hundimientos.

Gunter Prien dudó durante el acoso del destructor Wolverine, dio ordenes contradictorias y eso supuso su perdición y la del submarino con su tripulación al completo.

Ocurrió que el U47 podía haber tenido posibilidades de escapar al amparo de la noche, pero Prien se debió poner nervioso pensando que el destructor lo alcanzaría y ordenó una inmersión. A partir de ese momento el sonar del Wolverine detectó al submarino y su comandante ordenó ajustar las cargas para poca profundidad. Al llegar al lugar donde se suponía que estaba el U47 lanzaron las cargas y el submarino resultó averiado. Nuevamente Prien se equivocó y mandó emerger pensando que las averías eran graves y esa segunda maniobra resultó ser un grave error al no abandonar el submarino, ya que el Wolverine volvió a la carga y Prien cometió su tercer y definitivo error al mandar otra inmersión de emergencia. El Wolverine volvió a lanzar sus cargas que destruyeron al U47 y mataron a toda la tripulación.

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