Tiburones de acero

Tomas Ravenwood se encontraba en su puesto junto a los tubos lanzatorpedos en el destructor USS Duncan, donde se hallaban en estado de máxima alerta pues se disponían a interceptar otra vez más al “Tokio Express”. El contralmirante Scott y su grupo de batalla esta vez estaban preparados para sorprender a los japoneses.

Hideo Kawaguchi estaba en tensión junto a sus compañeros en el Hatsuyuki pues debían realizar una nueva misión de avituallamiento. Su puesto junto a los lanzatorpedos le daba la oportunidad de disfrutar de la brisa marina con el buque a toda marcha, y sus pensamientos se dirigían hacia su hermano Ichitaka a bordo del Fubuki, que también formaba parte de la agrupación del contralmirante Goto.

Ichitaka Kawaguchi se encontraba pegado a los binoculares escrutando el oscuro océano mientras su buque se dirigía junto al crucero Aoba hacia cabo Esperanza donde lanzarían los avituallamientos para los soldados de Guadalcanal que traían las barcazas. Se aproximaban a la isla de Savo y su destino, la tensión era máxima pues podría haber buques enemigos en las proximidades.

A bordo del USS Duncan se tocó zafarrancho de combate porque los radares habían detectado una formación desde poniente y solo podían ser los japoneses. Rápidamente se alistaron los tubos lanzatorpedos para lanzar los “tiburones de acero” a la búsqueda de sus objetivos, esta vez querían ser los primeros en golpear y a ser posible conseguir la primera sangre de la noche. De repente la formación cambió y los destructores pasaron por delante de los cruceros, Tomas pensó que habrían dado la orden de atacar primero con torpedos y la adrenalina empezó a circular por su sangre acelerando sus latidos.

Ichitaka acababa de ver algo, no estaba seguro pero podrían ser buques oscurecidos que aprovechaban la masa de Savo para ocultar sus siluetas, volvió a escrutar la línea de costa pero no pudo distinguir nada y dudaba de dar la alarma. Por su parte Hideo en su buque estaba en tensión pues como veterano olía el peligro.

De repente se produjo un hecho inusual, el USS Duncan se encontró en solitario dirigiéndose al enemigo, los demás destructores habían cambiado de curso y el USS Duncan que ya tenía una buena posición de tiro quería aprovecharla antes de ponerse a la cola de la formación. Se dio la orden de lanzar torpedos y el montaje de torpedos tembló cuando los peces metálicos abandonaban sus tubos. En ese instante cambiaron de dirección pero los cruceros empezaron a abrir fuego y el USS Duncan recibió un impacto cerca de los morteros lanza cargas.

Ichitaka acababa de descubrir unas siluetas en movimiento y estaba a punto de dar la alarma cuando el Fubuki fue alcanzado repetidamente. Un certero impacto en un montaje de torpedos provocó una terrible detonación y la onda expansiva arrojó a Ichitaka al mar. Hideo de repente se quedó horrorizado pues estaba viendo en primera fila como el Fubuki acababa de volar por los aires y de su garganta salió el grito del nombre de su hermano.

Tomas se hallaba rodeado de restos pues su buque acababa de recibir más impactos provocados por sus propios buques. Se produjo una terrible deflagración en la formación enemiga seguida poco después de otra, producida por uno de los torpedos del USS Duncan que alcanzó al Furutaka. Pero ya el USS Duncan estaba en llamas y todos se afanaban en salvar a sus compañeros heridos, más impactos alcanzaban al destructor y esta vez eran japoneses pero eso daba igual porque el buque se hallaba destrozado por los impactos amigos.

Hideo escuchó la orden de lanzar los torpedos y junto a sus compañeros pulsó los disparadores de los tubos que arrojaron los torpedos al agua, mientras los cañones principales habrían fuego contra los buques enemigos. Ichitaka se encontraba aturdido en el agua junto a los cadáveres de algunos de sus compañeros y algunos supervivientes lanzados al agua como él por la explosión, mientras veía la hoguera en que se había convertido el Fubuki. El buque poco a poco empezaba a sumergirse destrozado y ardiente en el “Iron Bottom”. En ese instante el buque insignia era alcanzado y el almirante Goto pronunció las tristes palabras: “bakayaro, bakayaro”. El Furutaka herido de muerte comenzaba a hundirse y Hideo al pasar junto al mismo quedó estremecido por las grandes llamas. Luego al pasar junto al Fubuki que se estaba hundiendo buscó en el agua algunos supervivientes pero la gran velocidad del buque no le permitió ver nada.

Tan de repente como el combate había empezado terminó. Ambas agrupaciones tocadas decidieron retirarse de la zona donde decenas de torpedos buscaban entre dos aguas sus objetivos. Tomas ayudaba a extinguir los incendios de la cubierta, pero el buque se hallaba sentenciado y con su velocidad muy reducida intentaba embarrancar en la costa, donde fuese.

El Hatsuyuki se abarloó al llameante Furutaka y empezó a trasladar heridos a bordo, los marineros de ambos buques colaboraban en trasladar hombres desde el Furutaka al Hatsuyuki. Hideo quería advertir a su capitán que se dirigiesen hacia donde se había hundido el Fubuki, tenía esperanzas de encontrar a su hermano vivo.

Ichitaka nadaba en las aceitosas aguas próximas al hundimiento de su buque, y mantenía esperanzas de que fuera rescatado por algún buque propio. Oía los gritos de los heridos que pedían auxilio y el chapoteo de otros nadadores en el agua junto a él.

Empezaba a amanecer cuando terminó la labor de rescate de supervivientes del Furutaka, entonces el Hatsuyuki dio todo avante y empezó a alejarse de la zona del combate. Hideo con lágrimas en los ojos solo tenía pensamientos para su hermano y le pedía a los Dioses que le protegieran.

Ichitaka cansado de nadar ya solo pedía que le llegara rápidamente la muerte indolora, cuando la silueta de un buque empezó a ser visible, después otro y otro más unos minutos después. Tres destructores estadounidenses se aproximaban a los nadadores para rescatarlos. Ichitaka al ver el pabellón de las barras y estrellas empezó a nadar con sus últimas fuerzas apara alejarse de los buques enemigos, pero un cabo se enrolló a su alrededor y sintió como era izado hacia arriba, sabia que empezaba su nueva vida como prisionero de guerra, la vergüenza acababa de llegar a su familia.

Tomas se arrojó a una ballenera cuando se dio la orden de abandono, pues era imposible alcanzar la costa puesto que el buque se hundía rápidamente. Ayudó a bajar a un marinero gravemente herido a la ballenera y cuando ya estuvo llena, la pequeña embarcación se alejó del derrelicto a la espera de que algún buque propio se acercara a socorrerlos.

José Miguel Fernández Gil
"Alm. Yamamoto"
alm_yamamoto@hotmail.com

14 de marzo de 2004

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