4 de junio de 1942: un día para olvidar

Ultima parte

El sol se zambullía en el Pacífico y las siluetas de tres portaaviones japoneses ardiendo se recortaban contra el fondo rojizo del crepúsculo. El crucero NAGARA y 4 destructores guardaban los derrelictos a la espera de su final. Desde el puente del crucero el Vicealmirante Nagumo y su Estado Mayor observaban apesadumbrados y al mismo tiempo esperanzados los ardientes pecios de los que antaño eran los tres mejores portaaviones de la Flota Combinada.

La flota de los Estados Unidos había causado una enorme tragedia pero al mismo tiempo había pagado un enorme precio. A pesar de cambiar portaaviones por portaaviones la flota estadounidense había quedado seriamente tocada: sin apenas portaaviones que defendiesen el inmenso océano y sus bases en él, así como su costa oeste, deberían replantearse su situación, pues si optaban por permanecer en las Hawai lo harían casi en estado de aislamiento. Podrían defender las islas por un breve espacio de tiempo, pero si el Japón decidía intervenir en las rutas de abastecimiento, rápidamente agotarían el suministro de combustible, y lo que quedaba de la Flota del Pacífico debería abandonar el Archipiélago Hawaiano por las más seguras aguas de San Diego y San Francisco. El Canal de Panamá también debía ser defendido por lo que una parte de la flota tendría que fondearse en el puerto de Balboa, la salida al Pacifico del Canal.

La ayuda a sus aliados del ANZAC en su lucha por Nueva Guinea de momento se mantendría, pero sin garantías de que en un futuro inmediato no quedase cortada por los japoneses en su previsto avance hacia el Sureste. Las nuevas bases estadounidenses en las Fidji y Nueva Caledonia quedaban muy expuestas, y quizás el Gobierno de Vichy les retirase la autorización de uso de las bases y deberían optar por ocuparlas militarmente o retirarse. Así pues la jugada arriesgada de Yamamoto podía a pesar del revés dar sus frutos.

Una hora antes del crepúsculo, los incendios del portaaviones KAGA parecían decrecer en intensidad. Este buque sufrió el zarpazo de 5 bombas, y un grupo de voluntarios expertos en lucha contra el fuego lo abordó, pero tras permanecer 20 minutos a bordo del buque tuvieron que abandonarlo por la altísima temperatura interior del buque, que amenazaba con asfixiarlos. Con fortuna para ellos pues a los pocos minutos una serie de nuevas explosiones sacudieron el portaaviones y avivaron los incendios. Los expertos declararon que seguramente las cabezas de combate de bombas y torpedos habían estallado debido a la alta temperatura interior. El sol estaba a punto de desaparecer cuando tres enormes explosiones provenientes del SORYU lo partieron en dos. Este portaaviones estaba menos blindado que sus hermanos mayores y los impactos directos de 4 bombas lo habían virtualmente destruido por completo, ocasionándole mas de 600 víctimas. Entre el silbido de planchas recalentadas hasta casi el rojo vivo se fue sumergiendo en el océano, primero la parte de proa y seguidamente la popa.

El KAGA sufría violentas explosiones espaciadas pero determinantes, y una de éstas, al poco de desaparecer el SORYU, lo desfondó parcialmente y cientos de toneladas de agua entraron en tromba por el fondo del buque que empezó a hocicar de proa. Lenta pero inexorablemente la gravedad tiraba de él hacia el fondo del abismo. En pocos instantes todo el castillo de proa había desaparecido bajo el mar y ya quedaba a paño con la superficie del océano la larga y resquebrajada cubierta de vuelo, que también empezó a desaparecer bajo las aguas y cuando el abierto pozo del ascensor quedo al nivel del mar, entraron en tromba también cientos de toneladas de agua salada que como si de una mano gigantesca se tratara, empujó hacia abajo al portaaviones acelerando su fin. Durante breves instantes quedó con las hélices apuntando hacia las primeras estrellas y raudamente inicio una veloz carrera hacia el fondo. Donde antes había un mastodóntico buque, ya solo quedaban pequeños restos y una pequeña hoguera encendida, que consumía una mancha de petróleo vertida por los desgarrados tanques del buque. El buque se llevaba a su tumba marina cerca de 35 aparatos y los cadáveres de 886 tripulantes incluido el de su capitán.

La inmensidad del vacío y oscuro océano reflejaba la luz de las mortecinas estrellas y el vivo resplandor de un buque en llamas: el AKAGI que ardía tranquilamente y ninguna explosión lo sacudía. Nagumo albergaba la esperanza de poder salvarlo, después del ataque y las subsiguientes explosiones el buque había ardido pero no se habían producido más detonaciones, y se estaban preparando varios grupos de voluntarios entre los distintos buques para abordarlo y tratar de combatir los incendios. Nagumo quería abordarlo junto a los equipos contraincendios para dirigir su rescate, pero su jefe de Estado Mayor y el capitán del NAGARA le hicieron desistir de sus intenciones, era mejor que nadie inexperto en seguridad interior interfiriera los esfuerzos de salvamento. Uno a uno los buques que formaban su escolta se le abarloaron y trasbordaron los voluntarios al ardiente portaaviones. Desde varios destructores se le pasaron mangueras activas contraincendios y los marineros empezaron a extinguir los incendios del hangar, la noche transcurría lentamente y el fuego iba decreciendo, al amanecer solo una ligera columna de humo salía de las entrañas del portaaviones. Entonces cientos de tripulantes del propio AKAGI que lo habían evacuado subieron a bordo para relevar a los fatigados voluntarios que habían combatido y extinguido el incendio durante toda la noche. A través de un laberinto de pasadizos y escaleras retorcidas, los fogoneros y maquinistas consiguieron acceder a sus puestos y comprobaron que el buque podía navegar por sus propios medios a velocidad reducida. Diversos retenes quedaron cerca de los pañoles y cisternas para evitar el rebrote de nuevos incendios y se empezó a ventilar el buque para sacar la oscura y pestilente atmósfera interior. A las 0830 el AKAGI volvía a dar 12 nudos y junto a su escolta procedió a dirigirse al Japón. Yamamoto que había seguido muy de cerca la evolución de los portaaviones alcanzados sintió una gran alegría interior cuando supo que su amado AKAGI había sido salvado y que se dirigía hacia puerto. Le unía una especial afinidad con el buque pues había sido su primer capitán y le repugnaba la idea de rematarlo. Así pues habían conseguido una nueva victoria, al menos uno de los portaaviones alcanzado había podido ser salvado, y la desgracia no había sido al fin tan terrible.

Esa misma mañana hacia las 0600 los cruceros pesados del Contralmirante Kurita empezaron a bombardear el Atolón de Midway y poco después los aviones del HIRYU y del ZUIHO se habían sumado al ataque. Aquella madrugada llegarían los transportes de Tanaka y empezaría la invasión de Midway. Casi todo había salido a la perfección.

José Miguel Fernández Gil
"Alm. Yamamoto"
alm_yamamoto@hotmail.com

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