Importancia del radar en las batallas aeronavales

Cuando dos fuerzas enemigas se enfrentan en un duelo a muerte, muchos son los factores que deciden el resultado final: la cantidad y calidad de las fuerzas enfrentadas, el nivel de adiestramiento y moral de los combatientes, la posición táctica inicial, el estado del tiempo y del terreno de lucha, las decisiones tomadas por los comandantes de alto y bajo rango, y por supuesto las armas empleadas.

Sin embargo la tendencia general es enumerar como armas a aquellas que causan daño directo al enemigo -como aviones, torpedos, bombas y cañones- sin tener en cuenta a otro tipo de armas, que a pesar de no atacar directamente al enemigo, alteran de tal forma el curso de la batalla que pueden llegar a decidir su resultado.

Este artículo estudia una de esas armas, el radar, y su influencia en particular en las batallas aeronavales entre Estados Unidos y Japón.

Cuando la guerra llegó al Pacífico, los japoneses carecían de radares en sus buques de guerra (o al menos de probada eficiencia), mientras que la mayoría de los buques grandes estadounidenses, como portaaviones, acorazados y cruceros pesados, sí los tenían. En Singapur los japoneses capturaron equipo británico de radar para guiar a los proyectores luminosos hacia las formaciones aéreas enemigas, lo cual no evitaría que siguieran atrasados en el área de radares tres años con respecto a los estadounidenses.

Las batallas aeronavales que cambiaron el curso de la guerra en este frente, fueron las protagonizadas por los portaaviones de uno y otro bando, ya que en la Segunda Guerra Mundial quedó demostrado que era el portaaviones el principal buque de toda escuadra, relegando al acorazado, antiguo “rey de los mares” a tareas de escolta o secundarias. Cinco fueron en total las batallas entre portaaviones que registra la historia, y cuatro de ellas tuvieron lugar en un corto período que transcurre entre mayo y octubre de 1942.

En aquella época, en que por primera vez las flotas combatían a distancias desde las que no podían verse, el principal objetivo de las mismas era detectar y atacar al enemigo lo más pronto posible. Gracias a que el portaaviones es básicamente un aeródromo flotante, basta con dañar su cubierta de vuelo o sus ascensores para limitar notablemente su capacidad de combate. De allí se deriva el segundo objetivo principal de las escuadras de combate: detectar e interceptar a las formaciones aéreas enemigas lo más lejos posible de la propia flota. Y es en este rol donde el papel del radar pasa a primer plano.

Para este estudio valoremos tres cifras que nos resultan fundamentales: la velocidad de los aviones, la distancia a la que los radares podían detectar formaciones aéreas y el tiempo que necesitaba un portaaviones para hacer despegar sus unidades.

La velocidad máxima de los aviones de 1942 ronda los 450 km/h pero en realidad aviones como bombarderos en picado y torpederos, lentos y cargados de municiones no podían siquiera acercarse a ese límite. Podemos partir de la base de que una formación aérea compuesta por este tipo de unidades no era capaz de volar a más de 350 km/h y menos teniendo en cuenta que por lo general volaban hacia el enemigo, pero sin saber en realidad su verdadera posición, razón por la cual volaban a velocidad de crucero y no a máxima velocidad.

Los portaaviones y acorazados estadounidenses eran capaces de detectar formaciones aéreas a distancias que oscilaban entre 40 y 90 millas. Por ejemplo en los partes de guerra de la batalla del Mar del Coral fueron detectados los aviones japoneses a 70 millas, en Midway a 40 y 93, en las Salomón Orientales a 88 y en Santa Cruz a 55 millas. Estas diferencias en las cifras obedecen a la ubicación de los buques que poseían radar con respecto al resto de la flota y sobre todo a las condiciones climáticas reinantes.

Finalmente, los portaaviones en condiciones normales podían hacer despegar un avión cada 2 minutos. Por ejemplo durante el ataque a Pearl Harbour despegaron 183 aviones desde 6 portaaviones japoneses en 15 minutos, y en Midway lo hicieron 108 aviones desde 4 portaaviones japoneses en otros 15 minutos. Los portaaviones estadounidenses mantenían un ritmo de despegue similar si observamos los partes de batalla de la época.

Repasemos: las fuerzas aéreas atacantes eran detectadas en promedio a 100 kilómetros de distancia y se movían aproximadamente a razón de 350 km/h. Es decir que una vez detectadas necesitaban otros 17 minutos de vuelo para llegar a sus objetivos, si es que lograban encontrarlos, ya que no olvidemos que los aviones en vuelo normalmente buscaban a la flota adversaria. ¿Qué podía pasar en esos vitales minutos? Simplemente que cada portaaviones que tuviera aviones en condiciones de despegar podía lanzar al aire a 9 aviones antes de que los atacantes llegaran y lo que resulta igualmente importante que los aviones de caza que ya estaban patrullando podían ser dirigidos directamente hacia los atacantes, demorando o impidiendo sus misiones destructivas.

Si volvemos a leer el desarrollo de estas primeras cuatro batallas aeronavales y nos preguntamos en qué podría haber cambiado el resultado de las mismas si los japoneses hubieran tenido igual cantidad y calidad de radares las conclusiones nos pueden sorprender. Porque, por ejemplo, el caza japonés A6M era superior a sus rivales y realmente mortífero para los lentos torpederos y bombarderos, tal como quedó demostrado en el mar del Coral y Midway. Y si a los pocos cazas que volaban sobre los portaaviones se les hubieran sumado a tiempo los que podrían haber despegado en esos trágicos 17 minutos.. Otro ejemplo lo tenemos en la vital batalla de Midway. Allí la victoria estadounidense (aparte de saber de antemano los planes japoneses y a errores de los comandantes japoneses) fue posible gracias a que bombarderos en picado pasaron desapercibidos volando a media altura hasta llegar a sus objetivos, mientras los aparatos de caza japoneses se dedicaban a derribar a torpederos que volaban a ras del mar. ¿Qué podría haber pasado si 17 minutos antes hubieran sido detectados? No solamente que los cazas que ya estaban en vuelo podrían haberlos interceptado, sino que los portaaviones podrían haber hecho despegar a varios de sus aviones que estaban en la cubierta de vuelo, y eran un peligro latente para los buques en caso de ataque. Evidentemente no podemos afirmar que por simple regla matemática, de aquellos tres portaaviones japoneses involucrados en la lucha hubieran despegado 27 aviones. Porque en la guerra no todo es un frío cálculo, pero queda para cada uno pensar en lo que podría haber pasado.

De todas formas el objetivo de este artículo es destacar la importancia de un “arma pasiva” como el radar y no entrar en laberintos de suposiciones.

Evidentemente no es nuestra intención quitar mérito a los aviadores, aviones y mandos estadounidenses por sus victorias, ni tampoco justificar las derrotas de los japoneses, pero la influencia del radar se hace harto evidente.

Para finalizar este artículo digamos simplemente que en la cuarta y última batalla de portaaviones de la historia (mar de las Filipinas en junio de 1944) los radares de los buques estadounidenses detectaban a las formaciones aéreas enemigas a distancias promedio de 140 millas.

Que el lector saque sus propias conclusiones.

Gabriel Mansilla
gabman@adinet.com.uy


Nota: Aportamos como complemento y/o correcciones a este artículo algunas apreciaciones de José Miguel Fernández Gil "Alm. Yamamoto", quien nos dice al respecto:

"Aunque los portaaviones japoneses hubiesen tenido radares equiparables a los estadounidenses no les hubieran servido de nada para alertar a los Zeros de la CAP la aproximación de los bombarderos. En Midway solamente el Akagi tenía aviones sobre la cubierta de vuelo, eran Zeros de la CAP que habían aterrizado para repostar y rearmarse. Los demás portaaviones no tenían aviones sobre sus cubiertas de vuelo, es un hecho comprobado y la película de Midway está basada en "propaganda" de la época y es completamente falsa en ese sentido. La razón por la cual no podían avisar a los Zeros es porque estos aviones no tenían equipos de radio. No es porque no quisieran ponérselos, es que se comprobó más tarde que los colectores de escape producían tal cantidad de estática que quemaban las válvulas de vacío de las radios, por lo que los pilotos para ahorrar peso mandaban quitar las que ya no servían, y como poner otra era desperdiciar un aparato de radio, la mayoría de ellos no llevaban. Salían de la cadena de montaje con radios pero cuando se quemaban no las sustituían."

De estas palabras parece desprenderse que los japoneses tenían una doble desventaja: la falta de radares y de aparatos de radio en sus cazas.

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