Almirante Isoroku Yamamoto

Nace en Nagaoka en 1884 cuando su padre, un pequeño burgués de provincia, tenía ya 56 años, edad aún elevada para un japonés en esos años. El orgullo masculino del padre, Sadakichi Takano, fue tal que le indujo a poner al hijo llegado con tanto retraso el singular nombre de "Cincuenta y seis". Ese es en realidad el significado de la palabra Isoroku, un nombre que el futuro gran almirante nipón trató de llevar con desenvoltura toda la vida.

De joven fue un fanático del estudio. Para concentrarse con mayor intensidad se iba quitando ropa poco a poco, para que el frío se encargara de ahuyentar su cansancio. Muchas noches heladas sus padres lo encontraron casi desnudo en su cuarto, absorto en algún libro de álgebra o geometría

A los 16 años Isoroku Takano entró en la academia naval de Hiroshima. Era el comienzo del siglo XX, y el Japón se asoma a la escena del mundo moderno con la firme intención de asumir un papel de gran importancia entre las grandes potencias. El papel que reivindicaba era el liderazgo de Asia Oriental. El joven Takano era un muchacho robusto y fornido con destacadas actitudes “modernas". Le gustaban la comida, las chicas, los juegos de azar, la lengua inglesa (indispensable pasaporte para salir de la "provincia" japonesa) y el deporte.

A los 21 años Takano era guardiamarina en el crucero Nishin cuando recibió, como suele decirse, el bautismo de fuego en las aguas de Tsushima. En el trascurso de la rapidísima batalla, durante la cual el almirante Togo logró echar a pique la flota del Báltico rusa, Isoroku Takano fue incluso herido, y perdió dos dedos por causa de un cascote de granada. Poco después murieron sus padres y fue adoptado por la familia Yamamoto de la que recibió su apellido.

La victoria sobre Rusia había llevado a Japón a una posición de preeminencia en el Extremo Oriente, y la Guerra Europea, debilitando el poder de las potencias coloniales, permitió a Japón adueñarse a buen precio de las colonias alemanas. Esto permitió al país del Sol Naciente sacar ventajas de la contienda sin comprometerse demasiado.

Cuando terminó la guerra El imperio del Sol Naciente se situaba entre las mayores potencias del mundo. Yamamoto estuvo entre los protagonistas principales de esta fase y pronto se impuso como uno de los artífices del nuevo Japón. A los 38 años fue enviado a Harvard (EE.UU), para permitirle perfeccionar su cultura. Dos años después volvió a su patria llevando ecos de la polémica que había seguido con interés en los EE.UU sobre la necesidad de que la marina dispusiese de aviación propia. Entre las ideas que estaba ya fomentando se encontraba la intuición de la futura importancia de los portaaviones, también captada en América. En realidad las razones que sugerían a los EE.UU disponer de portaaviones eran válidas también para Japón. La marina de ambos países estaban llamadas a actuar en el océano, demasiado lejos de las bases aéreas de tierra. "La nave más importante del próximo futuro - sostenía Yamamoto - será una nave capaz de llevar aeroplanos". Terminaron dándole la razón y le nombraron incluso director de una escuela de pilotos.

En 1925 Yamamoto vuelve a América como agregado naval a la embajada de su país en Washington, y se distingue como irreprochable diplomático, excelente jugador de póquer y sobre todo de bridge. En realidad Yamamoto tenía los ojos bien abiertos y se hizo una idea detallada y precisa de la Marina americana, de sus puntos fuertes y también de los débiles. Intuyó también en el curso de este periodo que, en caso de guerra con EE.UU, el Japón debería asestar un golpe a la flota americana, con una acción sorpresa contra la base de Pearl Harbor. Con vistas a una operación de este género, procuró orientar el entrenamiento de los oficiales nipones, mientras volvía a la patria y alternaba misiones militares y encargos políticos.

En los años 1932 y 1934 acude como delegado de Japón a las conferencias navales de Londres. Posteriormente fue nombrado Viceministro de Marina antes de ser nombrado Comandante en Jefe de la Flota

Desde 1935 a 1940, la política nipona se hizo claramente agresiva. Los tiempos estaban maduros para que el país se enfrentase decididamente contra toda intrusión americana de competencia, y extendiese su zona de influencia sobre China y sobre todo el Extremo Oriente. Una vez más, Yamamoto tuvo un papel decisivo, ya que fue el artífice principal de la modernísima marina de guerra nipona y especialmente de la construcción de numerosos portaaviones. Cuando la guerra estuvo a punto de implicar a Japón, Yamamoto fue nombrado Comandante en Jefe de la Flota Combinada “Rengo Kantai”)

Todo esto no debe inducir a error. Yamamoto nunca fue un verdadero belicista, o al menos partidario de una guerra demasiado precipitada. Estaba convencido de que Japón, y especialmente la marina japonesa, que debería haber tenido un papel de primer plano en el proyecto de expansión, no estaban todavía en situación de enfrentarse con la potencia americana.

"En caso de una guerra, la marina japonesa será capaz de dañar al enemigo por seis meses o un año. Pero después, no sé", dijo una vez en una reunión del Estado Mayor nipón.

Sin embargo, los planes habían sido elaborados, y a nivel político la crisis había llegado al punto de ruptura. Después que lograron firmar un pacto de no agresión con la URSS, las autoridades japonesas se volvieron decididamente contra los EE.UU, y Yamamoto fue encargado de elaborar y realizar el golpe de mano contra Pearl Harbor.

El plan de ataque a dicha base naval había sido concebido y propugnado por Yamamoto y en él volcó todos sus conocimientos, ya que Yamamoto era ante todo un japonés nacionalista convencido; que amaba a su Emperador y a su patria, y en su corazón guardaba las tradiciones de un verdadero samurai, pues ponía ante todo el deber. Yamamoto creía como la mayoría del pueblo Japonés, por aquel entonces, que su raza era la escogida por la providencia y según su modo de pensar, era perfectamente lógico que el Japón desempeñara un papel dominante en la comunidad de las naciones asiáticas.

Los japoneses habían soñado durante mucho tiempo en reforzar su imperio explotando los recursos de las tierras del sur: Filipinas, Malasia, y las Indias Orientales Holandesas. El mayor obstáculo para lograr estos objetivos era la marina de los EE.UU. Para que la operación tuviera éxito era necesario que dicha marina fuera anulada durante al menos los primeros meses: ¿como se podría lograr esto?.

Yamamoto planteó el problema de acuerdo con su preparación militar y su temperamento. Como ya sabemos era un pensador atrevido y original, aficionado al juego y además era un experto piloto. Le gustaba citar máximas y una de sus predilectas era “Si quieres los cachorros del tigre tienes que entrar a buscarlos a la guarida de la fiera" Como era de esperar sus ojos se le fueron a la guarida del tigre: Pearl Harbor en Hawaii, lugar donde la flota americana tenía su base.

Un día de enero entró en su camarote del buque insignia Nagato y escribió una carta a su amigo Takiyiro Onishi, que era uno de los pocos almirantes de la armada japonesa partidarios de la colaboración estrecha con el arma aérea. Comenzó por exigirle la más estricta reserva, para a continuación, y en una carta de tres páginas, exponer a grandes rasgos el plan del ataque aéreo por sorpresa a la base de Pearl Harbor. Finalizó la carta diciendo "Por favor, estudie cuidadosamente todos los problemas que entraña".

El almirante Onishi mandó llamar al comandante Genda oficial del portaaviones Kaga. No hubiera echo nada más eficaz. Genda era el aviador más brillante de la Armada Imperial; rostro aristócrata, de cejas espesas, nariz recta y firme mentón con unos ojos negros de mirada penetrante que casi infundía miedo. Tenia además ideas atrevidas, mucha imaginación y había influido ya considerablemente en la táctica y el planteamiento de la aviación naval.

Cuando leyó la carta enviada por Yamamoto quedó cautivado por el atrevimiento y la originalidad de la idea y comentó ”el plan es difícil pero no imposible".

Genda volvió al Kaga pensando y sacando nuevas ideas sobre el plan y se puso a trabajar en el plan inmediatamente. Dos semanas después le entregó a Onishi un plan completo del proyectado ataque.

Onishi aprobó casi todas las ideas de Genda agregó unas cuantas propias y a principios de marzo envió el plan de ataque a Yamamoto, plan que fue utilizado en definitiva. Al cabo de un mes se inició su ejecución, poniendo en práctica un concepto estratégico por el que venía abogando desde hacía tiempo la aviación de la marina.

Se formó la Primera Flota Aeronaval con 6 portaaviones escoltados cada uno por dos destructores. A este plan se opusieron enérgicamente los almirantes de acorazados que no tenían idea del plan de Pearl Harbor, y que además no lo hubieran aprobado de haberlo conocido. Yamamoto pasó por encima de todo sin pararse a mirar hacia atrás ni una sola vez, y a partir de ahí, Genda continuó trabajando con verdadero fervor en el perfeccionamiento del plan día tras día.

A Yamamoto le hubiera encantado mandar la flota personalmente, pero su presencia era necesaria en el puesto que estaba. El mando fue otorgado al almirante Chuichi Nagumo principalmente por razón de antigüedad. Marino de la vieja escuela, Nagumo tenía poca imaginación y adolecía de falta de iniciativa, aunque se le reconocía su autoridad en el arte de navegar y su habilidad en las maniobras navales, y cuando le informaron del plan quedó estupefacto, pensando que no se llevaría a cabo ya que el plan debería ser aprobado por el Estado Mayor de la Marina.

Y efectivamente el Estado Mayor se oponía a la ejecución del plan, pero encontraron en Yamamoto a un hombre decidido a seguir adelante con él.

Una fotografía de Yamamoto tomada en el apogeo de su poderío nos muestra un hombre bajo de estatura, medía 1,60, sus hombros, realzados por gruesas charreteras y su pecho lleno de medallas, la que resultarían ridículas de no ser por su rostro con labios gruesos, nariz recta, ojos grandes y pelo entrecano cortado casi al rape...... la cara de Yamamoto era la de un gran hombre.

Cuando se enteró de los rumores que corrían respecto al plan convocó a unos 50 comandantes de la flota para que comparecieran a bordo del Nagato. La reunión se llevó a cabo el 11 de octubre todos ellos fueron exteriorizando sus temores y recelos y los problemas que podían plantearse. Después de un día agotador y cuando ya comenzaba a caer la noche Yamamoto (que había tomado nota de todas las objeciones planteadas) se puso en pié y se empezó a hablar despacio, pero con una decisión firme e inequívoca y después de una larga disertación dijo " mientras yo sea comandante en jefe de la flota Pearl Harbor será atacada". Esta declaración despejó las dudas de una vez por todas y los almirantes entendieron que, de ahí en adelante no habría más quejas ni discusiones.

Pero el plan seguía chocando con la oposición del Estado Mayor de la Marina y ahí Yamamoto no trataba con subordinados sino con la máxima jerarquía naval. Como buen jugador de póquer a finales de octubre mandó un emisario al Estado Mayor. El emisario en cuestión fue el capitán Kameto Kuroshima al que dio un argumento definitivo en el caso de que otros no sirvieran.

Kuroshima se entrevistó con Sadatoshi Tomioka jefe de operaciones del Estado Mayor y no perdió el tiempo en tonterías diciendo: "el almirante Yamamoto insiste en la adopción de su plan y me ha autorizado a declarar que, si no se hace así, no podrá responder por la integridad del Imperio. No le quedará otra alternativa que renunciar, y con él toda su plana mayor".

Tomioka quedó perplejo y fue planteando al resto del Estado Mayor el ultimátum de Yamamoto.

Finalmente el 3 de noviembre de 1941, el plan de Yamamoto fue aprobado por el jefe de Estado Mayor de la Marina y por el Consejo de Guerra. El 17 por la tarde Yamamoto y su plana mayor abordaron el Akagi anclado en la bahía de Saeki para desear buena suerte a los jefes de la escuadra. Comentó que deberían estar preparados para una terrible resistencia por parte americana y posteriormente dijo "estoy convencido que la operación será todo un éxito".

A partir del 26 de noviembre la escuadra nipona, a las órdenes del almirante Nagumo, zarpó rumbo a las Hawai. Yamamoto envió un mensaje a la flota el 6 de diciembre diciendo "La suerte del imperio depende de ésta sola batalla. Espero que cada uno de ustedes ponga todo su empeño". El 7 de diciembre tuvo lugar el ataque, mientras el embajador japonés en Washington anunciaba la decisión de su gobierno de declarar la guerra a los EE.UU. Al principio el sensacional ataque pareció haber herido de muerte al enemigo, pero Yamamoto y el mismo Nagumo se dieron cuenta inmediatamente del fracaso esencial, porque los portaaviones americanos se habían (casualmente) salvado. La decisión de Nagumo de no buscar los portaaviones fue un error que la marina japonesa pagaría muy caro.

En las semanas siguientes al ataque los japoneses invadieron todo el área del Pacífico, pero a primeros de junio de 1942 la marina de los EE.UU dio un golpe decisivo en Midway, que supondría el comienzo del declive japonés.

Como anteriormente había sucedido con Pearl Harbor, Yamamoto planeó la batalla de Midway para llevar a una encerrona a los portaaviones americanos, que en Pearl Harbor no habían sido destruidos. El mando de los portaaviones fue atribuido a Nagumo y Yamamoto tenía el mando de la flota de ataque con su insignia en el acorazado Yamato.

En gran parte a causa de las indecisiones e incertidumbre de Nagumo, y debido también a la mala suerte, en Midway fueron los portaaviones japoneses los que sucumbieron, el plan japonés había fracasado y Yamamoto ordenó la retirada de la flota.

El 13 de abril de 1943 los americanos captaron un imprudente mensaje de radio japonés: el almirante Yamamoto realizaría una visita de inspección a las islas Salomón con vistas a preparar una nueva ofensiva. La aviación estadounidense organiza una emboscada y el avión que traslada a Yamamoto es derribado el 18 de abril sobre los cielos de Ballale resultando el genial almirante muerto.

El pueblo japonés supo de la muerte de Yamamoto recién el día 21 de mayo de 1943, a través de un comunicado de Radio Tokio. La noticia causó profundo pesar en todos los japoneses.

Al día siguiente se informó que el Almirante Yamamoto había sido ascendido a Almirante de la Flota y recompensado con el Collar de la Suprema Orden del Crisantemo, la mayor condecoración del Japón.

Para honrarlo, se le dio un funeral de estado, el decimosegundo en la historia del Imperio.

Las cenizas del Almirante fueron honradas durante dos semanas, y el 5 de junio se produjo la ceremonia de tributo final. Sus cenizas fueron transportadas por tripulantes del acorazado Musashi, siendo la música de fondo la "Marcha fúnebre" de Chopin.

Mussolini envió un jarrón de rosas rojas para la ceremonia. A la misma asistieron representantes del Emperador, pues éste no se hizo presente, ya que según la tradición debía mantenerse distante. El encargado de presidir la ceremonia fue el almirante Koichi Shiozawa, amigo de toda la vida de Yamamoto. Yoshimasa, el hijo mayor del almirante, también realizó una ofrenda a su padre.

La mitad de las cenizas de Yamamoto fueron enterradas en el cementerio de Tama, en las afueras de Tokio y la otra mitad fueron llevadas a Nagaoka, el hogar del almirante, para ser enterradas cerca de los restos de su padre.

La lápida del más grande almirante japonés fue sencilla, y costó solamente 70 yenes (16 dólares). Su epitafio decía "Muerto en acción en el Pacífico Sur, 1943".

Ceremonia funeral del Almirante Yamamoto

La sencilla tumba de Yamamoto

 

Mediavilla
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