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Pearl Harbor Según el calendario oficial Japonés el ataque a Pearl Harbor fue realizado el 8 de Diciembre de 1941, por lo que esta pequeña crónica tomará como fecha dicho día. Eran las 1130 de la mañana del 8 de Diciembre de 1941 a bordo del Nagato, buque insignia de la flota combinada (Teikoku Kaigun), cuando un hombre estaba sentado con los ojos cerrados, parecía dormido, pero en realidad estaba sumido en sus propios pensamientos. Era tal la profundidad de su concentración que permanecía ajeno al ajetreo que le rodeaba. En el camarote no solo se encontraba el Almirante Isoroku Yamamoto, sino todo su estado mayor al completo así como los oficiales de operaciones de la flota combinada, estaban expectantes del próximo ataque que se llevaría a cabo en Pearl Harbor a más de 4.000 millas de donde se encontraban en ese momento.
¿Porqué estas palabras?, estas palabras fueron hechas a raíz de un incidente que cambió para siempre la guerra que Yamamoto había ideado en su mente. Yamamoto había dado instrucciones para que la declaración de guerra fuera entregada al Gobierno de los EEUU a las 1300 horas del 7 de Diciembre en Washington, el mensaje había llegado 5 minutos antes de la hora prevista, pero lo que Yamamoto ignoraba era que al final no serían solamente 5 minutos de retraso o adelanto, serían casi 40, pues en la embajada Japonesa en Washington se produjo un fatal retraso en la decodificación y mecanografiado del documento a entregar al Secretario de Estado de EEUU y por ello Roosevelt se agarró a este pequeño retraso, para declarar su “Día de la Infamia”. Habiendo servido como agregado Naval en Washington, Yamamoto había recorrido este inmenso país de costa a costa y conocido a su gente y su forma de pensar. Sabía que si el ataque a EEUU no se orquestaba a la perfección con la declaración oficial de guerra, estos se sentirían traicionados y humillados, lo que provocaría su furia incontenida y arrastrarían al Japón a una guerra total a la que no estaba preparado. Yamamoto abandonó el camarote unos instantes para alejarse de la euforia reinante, paseando tan solo con la compañía de su ayudante personal por la cubierta exterior del Nagato. Debía meditar sobre el sombrío futuro que acechaba al Japón, pues si en Washington no se habían seguido al pie de la letra sus instrucciones, el Japón se encontraba en guerra contra un enemigo del que la mayoría del pueblo Japonés no tenía ningún conocimiento real de su increíble y demoledor potencial. Habiendo escapado del poder destructivo de su ataque los potencialmente peligrosos portaaviones Estadounidenses, sus siguientes pasos eran acabar con ellos a la primera oportunidad. Desde ese instante y hasta la debacle de Midway ese pensamiento ocupó la totalidad de su tiempo.
José Miguel Fernández Gil |
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[ 1939-1945 - La Segunda Guerra Mundial - Los años que cambiaron el mundo © 2002 ] |