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Pearl Harbor El Vicealmirante Chuichi Nagumo, un marino de la vieja escuela, por su edad y tiempo en servicio había alcanzado la cúspide de su carrera al ser nombrado comandante en jefe de la 1ª Flota Aérea Naval, la fuerza de portaaviones que tantos enemigos se había creado Yamamoto para conseguirla. Este viejo Almirante era un especialista en torpedos, buen jefe de cruceros, pero que debido a la política de ascensos por antigüedad había sido nombrado para mandar la nueva arma de la Armada Japonesa. El puesto podría haber sido ocupado por un jefe con mentalidad aeronaval, que los había y excelentes en Japón, pero que por su edad y tiempo en servicio no habían todavía alcanzado el rango necesario para este puesto. Cuando fue informado de las intenciones de su jefe inmediato, Isoroku Yamamoto, del ataque a Pearl Harbor y de destruir a la flota Estadounidense, encabezó a los Almirantes que se oponían a la “descabellada” idea de su jefe. Nunca durante su carrera en activo al frente de los portaaviones supo apreciar el auténtico poder de los mismos como armas ofensivas. Los consideró como un elemento más dentro de la flota y como tales su misión debía ser la de proporcionar una sombrilla aérea y una fuerza de exploración lejana al grueso de acorazados y cruceros. Debido al respeto de la cadena de mando, aceptó comandar la misión de ataque a la base Hawaiana pero nunca pensó en mostrar algo de iniciativa durante la misma. Cuando fue informado el día 5 de Diciembre por los espías japoneses en Oahu de que no quedaban portaaviones en Pearl Harbor -el principal objetivo para Yamamoto- solamente se encogió de hombros y se resignó pues para él los acorazados presentes eran los verdaderos objetivos, en clara alusión a su entrenamiento y apego a los blindados navales.
A pesar de que varios de sus subordinados, el Contraalmirante Yamaguchi y el Capitán de Fragata Genda; jefes respectivos de la 2ª División de portaaviones y de operaciones aéreas de la 1ª Flota Aérea, le pidieron realizar búsquedas aéreas de largo radio de acción en busca de los desaparecidos portaaviones Estadounidenses, Nagumo sé negó en redondo y cuando el Capitán de Fragata Fuchida regresó de Pearl Harbor al frente de la primera oleada de ataque, y solicitó realizar un tercer ataque, puesto que las instalaciones, talleres y arsenales de la armada Estadounidenses aun permanecían intactos lo desaprobó, con la excusa de que ya no habría sorpresa, las bajas serían muy altas y era posible que los desaparecidos portaaviones Estadounidenses los atacaran. Esta última posibilidad, de llegar a realizarse, solamente tendría un culpable: el propio Nagumo, que desoyó las recomendaciones de sus subordinados cuando le sugirieron una búsqueda aérea. De haberla realizado habría detectado al USS Enterprise a unas 200 millas de su posición, con parte de su grupo aéreo en vuelo hacia Pearl Harbor y hubiera sido una fácil presa para los expertos aviadores Japoneses.
Para entender la falta de visión y de fe en el plan trazado por Yamamoto, cuando se recibió el mensaje de Fuchida dando a conocer que se había logrado la sorpresa total, no supo apreciar con total intensidad lo que significaban esas palabras. No solo la base aeronaval y las instalaciones del ejército se encontraban ante sus fuerzas como fruta madura, sino todas las instalaciones militares y las islas Hawai al completo se hallaban indefensas ante sus fuerzas aeronavales. Nagumo que no creía en el plan no comprendió el alcance que podía lograr con su supremacía aérea sobre Oahu y lo que podían hacer sus fuerzas aéreas. Dejó a medias su trabajo y permitió que la Armada Estadounidense pudiese utilizar Pearl Harbor durante toda la guerra como base de operaciones avanzada. “Debemos regresar con estas valiosas e insustituibles unidades de combate al Japón, puesto que esta guerra no ha hecho más que empezar” .-Vicealmirante Chuichi Nagumo, a bordo del Akagi el 7 de Diciembre de 1941, conversando con el Capitán de Fragata Genda después de negar un tercer ataque.
José Miguel Fernández Gil |
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