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Operación "Overlord" OMAHA BEACH Omaha beach, un nombre que resuena en la histografía de la Segunda Guerra Mundial con voz propia. A pesar de ser solo una de las cinco playas designadas para la Operación Overlord, los acontecimientos sucedidos en ella esa mañana del 6 de junio de 1944 la han hecho imponerse en la memoria colectiva de la gente a través de los años. Físicamente a los ojos de un espectador es una playa típica de la costa de Calvados, una extensa franja de arena de unos diez kilómetros, encerrada a ambos lados entre riscos y acantilados, y presidida por una cresta que se eleva unos treinta metros en su cima. A la altura del pueblecito de St. Laurent y dominando la visión de la playa se encuentra el cementerio americano, mudo espectador de la terrible batalla que por su posesión se entablo allí. Desde el mar la franja de arena, que varía su anchura desde los cuatrocientos metros durante la marea baja hasta unos pocos metros durante la alta, termina en una zona pedregosa que da paso a un pequeño camino elevado, tras él una depresión pantanosa se extiende hasta el inicio del risco que domina el perímetro de la playa. En sus laderas aun se pueden ver los restos de los WD (Widerstandsneste) que protegían sus cinco salidas naturales. En el lugar se mezclan turistas atraídos por la historia con amantes de los deportes náuticos, pero si uno se sienta en aquellos viejos pedazos de hormigón y pierde la vista en la línea del horizonte, aún se puede notar como el mar trae los ecos de aquel oscuro y tempestuoso amanecer. OMAHA beach: junio de 1944 De las cinco playas previstas para el desembarco de las fuerzas expedicionarias aliadas, Omaha, era sin duda la que, a priori, más problemas podría presentar. Su particular orografía hacía de ella un bastión natural que Rommel se había encargado de reforzar con toneladas de hormigón, acero y explosivos. Debido a la marea, el desembarco estaba previsto para las 6.30 de la mañana y los planificadores aliados habían delimitado la zona de desembarco entre los pueblos de Vierville y Colleville sur mer. La playa poseía cinco torrenteras que rompían la integridad de la ladera y formaban las salidas naturales; la primera era una carretera pavimentada en dirección al pueblecito de Vierville que se denominó D-1, era la única de las cinco que poseía una carretera en esas condiciones; las cuatro siguientes coincidían con dos caminos de tierra a duras penas practicables para los blindados: D-3 en dirección Les Moulins y St. Laurent sur mer y E-3 en dirección al pueblo de Colleville sur mer. Las dos últimas, E-1 y F-1, apenas si podían llamarse caminos y eran impracticables para los vehículos blindados.
Desde que el Mariscal de Campo Erwin Rommel asumió el Grupo de Ejércitos B y en su doble calidad de inspector de la muralla atlántica, los alemanes habían multiplicado sus esfuerzos fortificando la costa del canal, como era el deseo de Hitler. A pesar de que aún quedaba mucho por hacer y las fuerzas a disposición de Rommel eran exiguas y de no demasiada calidad, Omaha beach se había convertido en un bastión prácticamente inexpugnable. Las defensas de la playa, a parte de las ya mencionadas naturales, consistían en 12 puntos fuertes (Widerstandsneste) concentrados en la defensa de las cinco salidas naturales que ofrecía, así como cientos de metros de trincheras con reductos y centros de mando subterráneos en toda la ladera. Básicamente éstos consistían en tobruks (una especie de cubo de hormigón con una entrada cubierta y una escotilla superior sobre la que se podían sobreponer desde cúpulas blindadas a torretas de tanque, o simplemente morteros ligeros y mortíferas ametralladoras mg-42).
A todo esto había que sumar miles de minas, zanjas antitanque, kilómetros de alambre de concertina cerrando los accesos a las salidas y una playa plagada de obstáculos (puertas belgas, tetraedros de acero, troncos minados) desde la línea de bajamar hasta la de pleamar. Todo cuanto habían aprendido los alemanes durante las batallas de desgaste de la Primera Guerra Mundial, y algunos trucos nuevos, estaba presente en las defensas de Omaha.
Los defensores alemanes, perfectos conocedores del terreno que se abría ante sus ojos. practicaban incansablemente con la soluciones de tiro de sus cañones y morteros. Todas las posiciones estaban emplazadas para barrer cualquier ángulo de la playa. Los grandes bunkers que conformaban los WD tenían de cara al mar paredes ciegas con más de un metro de espesor de hormigón y mostraban su troneras a ambos laterales para enfilar la larga playa. Todo estaba preparado para desatar sobre la franja de arena un fuego preciso y mortífero. Según la inteligencia aliada los encargados de defender la playa serían un batallón de la 716º División estática formada por viejos, niños y contingentes Ost (ucranianos, polacos, etc), tropas de una más que dudosa calificación; según todas las previsiones la batalla real comenzaría una vez hubieran coronado la cima del risco y se adentraran en el bocage. Para enfrentarse a estas débiles tropas el 1er. Ejército de los Estados Unidos al mando del General Omar Bradley contaba con la 1ª División de Infantería (Big Red One), veterana del norte de Africa y Sicilia, al mando del general Huebner, reforzada para la ocasión con el 116 y 115 RCT (equipo de combate regimental) de la 29º División de Infantería al mando de su adjunto el general Norman "duch" Cota, dos batallones de ranger y varias unidades de demoliciones navales (seabees) y del ejército. El apoyo blindado lo efectuarían el 741º y 743º Batallones de Tanques, formados cada uno por tres compañías de tanques Sherman M4 y una de tanques ligeros. El plan exigía que dos compañías de tanques medianos por batallón fueran reconvertidos en DD anfibios (Duplex Drive también conocidos como "tanques urna") y llegaran a tierra antes de la primera oleada con el fin de desmoralizar a los defensores y apoyar a los soldados en la ruptura de las líneas fortificadas. El objetivo al finalizar el día era que miembros de ambas divisiones avanzaran por el bocage y cortaran la estratégica ruta de Bayeux-Isigny, además de contactar con los británicos desembarcados en la playa Gold. Las previsiones de la inteligencia eran erróneas, en lugar de la 716º estática los defensores de Omaha beach estaban conformados por dos batallones de la 352º división al mando del general Kraiss. Esta unidad veterana del frente oriental y con experiencia de combate fue desplegada en el sector días antes del día D y no eran uno sino dos los batallones dedicados a la defensa, aproximadamente unos dos mil hombres.
El plan operacional americano dividía la playa, de oeste a este, en ocho sectores llamados Charlie, Dog Green, Dog White, Dog Red, Easy Green, Easy Red, Fox Green y Fox Red. El asalto sería ejecutado por dos batallones del 116º RCT de la 29º División al mando del coronel Charles Canham y del 16º RCT de la 1ª División al mando del coronel George Taylor. El apoyo artillero previo sería efectuado por la marina durante treinta minutos aproximadamente con el fin de preservar la sorpresa táctica y sería apoyado por un bombardeo estratégico que proporcionaría a los infantes desembarcados de numerosos embudos en las playas donde guarecerse del que se suponía débil contraataque alemán. El objetivo de las primeras oleadas sería abrirse camino apoyados por los Sherman DD hasta lo alto del risco a través de las salidas D-1, D-3 y E-3 a la hora d+1 (7.30am) donde se presumía empezaría la verdadera batalla. Siguiendo los postulados de Murphy, si algo puede salir mal saldrá mal: las cosas se torcieron antes de empezar. Los bombarderos cegados por el humo y el mal tiempo añadieron un margen de seguridad a su bombardeo lo que hizo que su cargamento de bombas fuera soltado cinco km. tierra adentro en lugar de sobre las playas; el bombardeo naval fue escaso e ineficaz ante las bien fortificadas defensas alemanas y el lanzamiento de cohetes por partes de las LSMr y LCTr (lanchas de desembarco de tanques armadas con cohetes) fue impreciso debido a la dificultad de estimar las distancias en mar abierto. Los tanques DD que tan bien se habían desenvuelto en las prácticas previas fueron soltados demasiado pronto y con un mar embravecido resultaron ser excesivamente frágiles, acabando todos en el fondo del canal, a excepción de cinco. Las LCI (lanchas de desembarco de infantería) no corrieron mejor suerte, las olas las anegaban más deprisa de lo que las bombas las podían achicar y las corrientes las desviaron lejos de sus objetivos.
Cuando los portalones de las lanchas cayeron, la primera oleada de asalto se encontró un panorama desolador, la playa estaba intacta, muchos patrones soltaron su carga donde el agua aun cubría 1.80m y los soldados sobrecargados de peso se hundían en el fondo intentando vadear el espacio que les separaba de tierra firme al mismo tiempo que luchaban por desprenderse de su pesado equipo. De todas las compañías desembarcadas en la primera oleada, solo la Cia A del 116º llegó a la playa en el punto previsto, aunque solo fuera para caer bajo el fuego de las posiciones alemanas que defendían la salida D-1 frente a Vierville. Los morteros y ametralladoras pesadas alemanas cumplieron su trabajo a la perfección: en pocos minutos la malograda Cia A tuvo un 90% de bajas y dejó de existir como unidad de combate, la mayoría de sus miembros no tuvieron tiempo de efectuar ni un solo disparo. En el resto de la playa la situación era igual de caótica. Muchas de las compañías habían tocado tierra lejos de las posiciones asignadas, no tenían puntos de referencia y gran parte de su equipo estaba diseminado por las playas o yacía en el fondo del mar. En Easy red se apelotonaban efectivos de tres compañías una de las cuales ni tan siquiera pertenecía a la 16ºRCT (la compañía E del 116º desembarcó en Easy Red en lugar de en Easy Green). Los soldados confusos y mareados corrían por la playa buscando el único refugio viable, el pedregal que separaba la playa de la zona pantanosa tras la que se alzaba el risco. Otros seguían cobijados tras los obstáculos antitanque estorbando la destrucción de estos por las unidades de demolición de la armada. Cuando el general Norman Cota y su grupo de mando arribó a la playa frente a Vierville con los efectivos de la Cia. K, el espectáculo era dantesco, por todos lados flotaban cadáveres y los francotiradores enemigos se cobraban sus víctimas como si fueran patos en una feria. El plan de operaciones había dejado de existir. De los dieciséis corredores solo seis de ellos estaban limpios y de estos solo uno se encontraba correctamente balizado, la playa comenzaba a ser un cuello de botella y el colapso amenazaba con convertir Omaha en una trampa mortal. El equipo pesado en llamas abarrotaba las playas y hubo que suspender parte del desembarco de vehículos y pertrechos para sustituirlo por infantería. El general Huebner envió al 18º RCT y los destructores tomaron el relevo de los malogrados tanques DD, acercándose peligrosamente a las playas para dar el apoyo artillero necesario a las fuerzas desembarcadas.
Estas, en pequeños grupos, comenzaron a moverse infiltrándose por los espacios libres entre las salidas fuertemente defendidas. Las defensas alemanas fueron ablandándose poco a poco, gracias en parte al preciso y constante martilleo que estaban sufriendo por parte de los destructores de la armada y la balanza comenzó a inclinarse del lado de los americanos. Aun así, durante una parte de esa mañana el general Bradley estuvo dudando en dar la orden de retirada y redirigir los refuerzos en dirección a Utah y Gold aunque la perspectiva de perder Omaha sería reducir drásticamente las posibilidades de éxito de Overlord. A pesar del duro correctivo que las fuerzas de la 352 división de infantería estaba aplicando a los aturdidos americanos, la suerte se alió con éstos. El jefe del estado mayor alemán interpretó erróneamente los informes recibidos de primera línea y consideró que la situación estaba controlada en Omaha y así se lo comunicó al general Marcks, jefe del 84º Cuerpo, que desvió parte de las reservas de la 352º en dirección a los sectores británicos y canadienses. El uso de estas reservas hubiera podido marcar la diferencia. Al mismo tiempo un par de golpes de suerte dieron a los infantes americanos la posibilidad de coronar el risco en el flanco izquierdo y abrirse camino en dirección a St. Laurent. La mañana estuvo plagada de anécdotas de hombres anónimos que influyeron en el resto de sus compañeros y los motivaron para pelear en una lucha que parecía perdida de antemano, frases como las del coronel Cadham a sus hombres: “En esta playa solo se quedarán dos tipos de hombres, los que están muertos y los que van a morir", o la del general Norman Cota a los integrantes del segundo batallón de rangers: "Lead the way" (marcad el camino), adoptada posteriormente en la enseña de esta unidad, son ejemplos entre otros muchos. La batalla por el dominio de Omaha beach se extendió durante todo el día, y solo en las últimas horas del atardecer los vehículos blindados empezaron a salir mientras aún se luchaba casa por casa por el control de Vierville. La cabeza de puente, durante esa noche, abarcaba una superficie de diez kilómetros de ancho y, en el mejor de los casos, únicamente tres kilómetros de profundidad, pero la playa no era segura todavía. Los alemanes seguían batiendo la playa con fuego artillero y los campos de minas aun no habían sido limpiados. Los soldados americanos que habían sufrido el infierno de las playas consideraron al coronar el risco que su trabajo estaba cumplido con creces y ante ellos aun se extendía el mortal laberinto del bocage. A pesar de no haber cumplido los objetivos fijados y la situación precaria de las fuerzas asentadas en tierra el desembarco podía catalogarse como algo parecido a un éxito; durante esa noche y los días posteriores los alemanes tenían una opción real de expulsar a los americanos de sus posiciones si eran capaces de involucrar en la batalla un número óptimo de unidades de refuerzo, pero no contaban con ellas. Las bajas de la 352º habían sido terribles, más de 1200 hombres entre muertos heridos y prisioneros, había sido el precio a pagar. Por su parte las fuerzas anfibias americanas habían sufrido más de 3000 bajas y su capacidad combativa, a pesar del incesante flujo de tropas y material de refuerzo, estaba en horas bajas. Sería mas adecuado considerar que aquella noche del 6 de junio de 1944 el resultado de las operaciones había quedado en empate técnico.
Al mismo tiempo que las tropas estadounidenses desembarcaban y luchaban por el control de Omaha, tres compañías del 2º Batallón de Rangers desembarcaban al mando del coronel Rudder en un paraje conocido como Point du Hoc. Frente a ellos se alzaba un imponente acantilado vertical de más de treinta metros de altura. En su cima, según la inteligencia aliada, se encontraban los emplazamientos de cinco cañones de 155mm que podían convertir las playas de Omaha y Utah en una verdadera carnicería, aparte de poner en peligro a parte de la flota de invasión. Armados con unos garfios propulsados por cohetes comenzaron la dura tarea de escalar el acantilado bajo el fuego de las ametralladoras alemanas. Aun al día de hoy el propio Rudder confiesa que no se explica como fueron capaces de coronar la cima y poner en fuga a los defensores alemanes. El precio a pagar fue alto, solo para descubrir que en los emplazamientos no existía rastro de las piezas artilleras, los alemanes las habían camuflado varios kilómetros tierra dentro. Al final de la jornada la fuerza Ranger había sido reducida a menos de 100 efectivos y tuvo que hacer frente durante dos días a los furiosos contraataques alemanes hasta ser relevados por miembros de la 29º División y Rangers provenientes de Omaha. ¿Cual fue la razón del semifracaso de Omaha beach? ¿Que produjo que el SHAEF diera por buenas unas previsiones tan alejadas de la realidad? ¿Había otra manera de encarar el asalto a Omaha? ¿Hubiera cambiado algo que los americanos hubieran reembarcado sus tropas durante la mañana del 6 de junio? Todas estas cuestiones han desembocado en ríos de tinta y opiniones contrapuestas durante estos últimos sesenta años. Muchos autores han comparado el asalto anfibio de Omaha como una repetición moderna del asalto de la división de Pickett contra el centro de las líneas de la Unión en Cementery Ridge, durante la crucial batalla de Gettysburg; otros han identificado esta acción con uno cualquiera de los multitudinarios enfrentamientos de infantería contra posiciones fortificadas durante las batallas de desgaste de la Primera Guerra mundial. Es cierto que en 1944 no se puede decir que la teoría de asalto anfibio fuera desconocida para los aliados, en especial para los americanos que enlazaban operaciones de este tipo una detrás de otra en teatros de operaciones del Pacífico. Las experiencias del desastroso desembarco anglo-canadiense en Dieppe en el 42 y los desembarcos anfibios de la campaña italiana demostraron que, si bien no se podía comparar un desembarco en un territorio continental con el de una isla en medio del océano, si había ciertas similitudes que había que tener en cuenta. Se partía de la base que resultaría imposible desembarcar en ninguna zona de la costa europea sin oposición; desde 1942 Hitler había insistido en la necesidad de crear una muralla defensiva que abarcara desde el golfo de Vizcaya hasta las costas noruegas, desoyendo en parte las enseñanzas de su héroe personal, Federico el Grande, que consideraba que el que intentaba defenderlo todo acababa no defendiendo nada. Se consideraba que la sorpresa táctica sería la mayor ventaja con la que contarían las fuerzas de desembarco, lo que limitaba en gran medida todo tipo de fuego de preparación. Otro factor a tener en cuenta era que las operaciones en el Pacífico eran estrictamente americanas, al contrario que Overlord que sería una operación conjunta en la que chocaban dos puntos de vista distintos y lo más importante, el sentimiento de animadversión entre británicos y americanos. La diferente manera de entender las operaciones anfibias por ambos aliados llevó a soluciones de consenso que en ningún caso eran las adecuadas. Mientras los británicos eran partidarios de no poner todos los huevos en el mismo cesto, operaciones anfibias limitadas con una consecución efectiva de la sorpresa táctica, los americanos imbuidos por su particular historia y sus experiencias en la campaña del Pacífico eran más partidarios de desatar una aplastante potencia de fuego que garantizara la destrucción de un alto porcentaje de las defensas enemigas antes de que las primeras oleadas de asalto se mojaran los pies en las playas.
El experimento de Dieppe no puso de acuerdo a los británicos a la hora de extraer conclusiones que permitieran elaborar una doctrina anfibia efectiva y la posterior adicción de los norteamericanos al proyecto solo vino a enturbiar más el asunto. Ambas posiciones, la obtención de la sorpresa táctica y la abrumadora superioridad de fuego, se excluyen mutuamente; mientras en el Pacífico la armada estadounidense batía los objetivos de las playas entre tres y diez días para preparar el asalto diurno de la infantería de marina, los británicos defendían el desembarco nocturno y la maniobra de infiltración apoyada puntualmente por el uso de medios blindados y la protección de los cañones navales para la consecución de la tan ansiada sorpresa táctica. Simplificando: Mientras los británicos pretendían llamar a la puerta de los bunker germanos para invitarse al desayuno, los americanos pretendían emular al pariente plasta que avisa con una semana de antelación la visita de toda la familia. La solución de consenso fue la de reducir al mínimo el cañoneo naval previo a una media hora, lo que resultaba a todas luces insuficiente, y darle un mayor protagonismo al bombardeo aéreo estratégico mediante el uso del radar H2X. El resultado fue negativo debido a que la poca precisión de dicho método y la cercanía de las tropas propias, obligó a la fuerza aérea a aumentar el margen de seguridad con un resultado desastroso. Originalmente los bombarderos soltarían su carga en un rumbo paralelo a la franja costera siendo las playas y sus WD sus blancos principales. Eso sumiría a las defensas alemanas en un caos que sería aprovechado por las oleadas de asalto, además de proporcionar a la infantería el necesario cobijo dentro de los cráteres producidos en las mismas playas. Este margen de seguridad condujo a que todas las toneladas de bombas soltadas minutos antes del desembarco cayeran cinco kilómetros tierra a dentro, donde no eran en absoluto necesarias. Existía también otro importante problema que complicaba la vida de los planificadores aliados, a pesar de todo el material disponible adolecían de un grave déficit: el número de lanchas de desembarco. Este déficit contravenía la primera de las reglas de una operación anfibia la de poner al mayor número de hombres y material en tierra en el mínimo tiempo posible. Lo que en las primeras fases de planificación era un simple contratiempo, al remozar el plan operacional y aumentar a cinco el número de divisiones para poner en las playas el día D, se convirtió en un verdadero problema de funestas consecuencias. El principal, aparte de las inevitables pérdidas de lanchas por fuego enemigo, zozobra o minas, era la necesidad de cargarlas de acuerdo a consideraciones logísticas y no tácticas, vulnerando otra de las reglas básicas de una operación anfibia: la necesidad de respetar en todo momento la cohesión de las unidades de combate. Esto produjo un efecto potenciador del caos inherente a este tipo de operaciones. Esta vulneración fue particularmente problemática para las unidades de ingenieros de combates y equipos de demoliciones navales que se encontraron en muchos casos sin el equipo necesario para realizar su vital trabajo de despejar las playas de obstáculos y señalar los corredores por los que debían ser enviados las siguientes oleadas. Este efecto se intentó paliar llevando a cabo una reestructuración en la composición de las escuadras y pelotones, lo que aunque sobre el papel parecía una buena solución, en la práctica solo sirvió para aumentar la confusión. Otra de las soluciones fue la de crear grandes pontones escasamente blindados y sin capacidad motriz que servirían para cargar pertrechos y artillería y serían remolcados hacia las playas. Estas embarcaciones llamadas Rhino necesitaban sobre todo que la oposición artillera enemiga fuera acallada antes de efectuar su arriesgado viaje hacia la costa. Una de las cosas que los planificadores británicos tenían muy clara desde el fallido experimento de Dieppe era la necesidad de contar con elementos blindados que aportaran a la infantería una potencia de fuego necesaria para realizar su labor de ruptura. Aparte de la ventaja que suponía poder poner en la playa tanques medianos con gran capacidad de fuego y movilidad, estaban las consideraciones anímicas positivas para los infantes propios y negativas para el enemigo. Para ello, de los tableros de diseño, salieron una gama de embarcaciones diseñadas exclusivamente para realizar la función de desembarco de medios acorazados. Por una parte estaban las LCT (Landing Craft Tank) que podían transportar cuatro Sherman M4 hasta las playas y los más grandes LST (Landing Ship Tank) que podían transportar hasta 22 tanques en sus bodegas. Tenían también claro que ambos tipos de embarcaciones eran unos objetivos excesivamente grandes y apetitosos para los artilleros alemanes, además de necesitar unos corredores libres de obstáculos que garantizaran su acceso a las playas. Los británicos trabajaron durante bastante tiempo en el diseño de un equipo de flotabilidad que permitiera, una vez acoplado a un tanque modificado, ser soltado directamente en el agua y que llegara por sus propios medios a la playa. Este ingenioso sistema se componía de un tanque modificado al que se le añadía un pulmón de flotabilidad, dotándosele de dos pequeñas hélices que funcionaban indistintamente como propulsión y timón y que en su parte superior, mediante un armazón de varillas, se levantaba una especie de urna de lona que le daba el aspecto de una inofensiva y pequeña lancha. las pruebas con los Sherman M4 efectuadas en Slapton Sands en el condado de Devon fueron satisfactorias. Los Sherman DD (Duplex Drive) cumplieron las expectativas, fueron lanzados desde LCT modificadas a una distancia de la costa de 4 km llegando todos a sus puntos de destino. Lo que no habían contemplado era que el estado de la mar no era el mismo y que la urna que protegía a los tanques demostró ser excesivamente endeble ante los desplazamientos de agua producidos por el resto de las embarcaciones y nada apta para navegar con mar picada. Para empeorar más la situación, se hizo caso omiso de la petición de dejar en manos de expertos en este tipo de blindados/embarcaciones la decisión final de su botadura al mar, recayendo esta responsabilidad en los patrones de las LCT, que en la mayor parte de los casos botaron los DD a una distancia de seis kilómetros de la playa. El resultado no pudo ser peor, todos los DD que debían arribar a las playas se hundieron como piedras nada más ser botados, excepto cinco que por avería de la LCT que los transportaba hubo de continuar hasta dejarlos en la playa. Para la toma de las playas se recurrió a los RCT, equipos regimentales de combate, que básicamente eran una amalgama de unidades cuya composición era específica para cada misión y se entrenaban hasta conseguir que formaran un todo cohesionado. El núcleo básico era un regimiento de infantería, además de incluir unidades de artillería de campaña, personal sanitario, ingenieros de combate, batallones de Rangers, batallones de tanques y equipos de control de tiro avanzado. Como en el caso particular de los ingenieros de combate, esta organización totalmente efectiva en el papel, vio su operatividad seriamente comprometida por la decisión de cargar las lanchas en función de su capacidad y no de su función operativa. En las sesiones preparatorias previas a la invasión, los hombres cuya misión era la de conformar la primera oleada de asalto recibieron la falsa idea de que ningún defensor alemán sobreviviría a la tormenta de fuego que les precedería, y los pocos que lo lograran estarían tan aturdidos que no serían capaces de oponer una resistencia organizada. En las lanchas los primeros puestos fueron ocupados por los oficiales y suboficiales, sufriendo un número de bajas tan impresionante que afectó a la operatividad de las unidades. En definitiva la vieja máxima de que ningún plan sobrevive al primer encuentro con el enemigo se hace cierta al cien por cien en los acontecimientos ocurridos en aquel largo día de junio sobre las arenas de Omaha Beach. La incompleta y optimista valoración de los problemas que plantearía la conquista de una playa fuertemente fortificada tuvo que ser pagada con la sangre de muchos hombres jóvenes, que con un enfoque más realista del problema podrían haber salvado la vida. Hoy parte de esos hombres reposan a unos metros por encima de donde perdieron sus vidas, como cruel recordatorio de que en la guerra no hay nada fácil, y que una victoria suele ser pagada con la sangre de aquellos que no toman las decisiones. Y el precio que hubo que pagar por Omaha beach fue tremendamente alto.
Bibliografía y material de consulta: "El dia D" de Stephen Ambrose "Omaha Beach: una amarga victoria" de Adrian R. Lewis "El día más largo" de Cornelius Ryan "Normandía 1944" de Stephen Badsey "The second front" de Douglas Boulting Sitios de Internet consultados: Enciclopedia Britanica http://www.britannica.com National Geografic http://magma.nationalgeographic.com Omaha Bechhead http://www.army.mil The Atlantic Online http://www.theatlantic.com The Kansas University http://www.ku.edu
Santiago Gómez |
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