Casos de Estudio 007:

Batalla del Golfo de Leyte

El calvario de las Taffy 1 y 3

Las penurias de la Taffy 3 aún no habían acabado, pues aún debían pasar por otra prueba junto a la Taffy 1, el furioso ataque de una nueva arma, los aviones pilotados por Kamikazes (como introducción ver reportajes sobre el tema).

A las 7,40 del 25 de octubre de 1944 la Taffy 1 el grupo que se encontraba recogiendo y rearmando, además de cargar con combustible, a sus aviones para apoyar a la Taffy 3, vio como uno de estos aviones caía de improviso sobre la cubierta de vuelo del portaaviones de escolta Santee. El misil en que se había convertido el avión japonés atravesó la cubierta y estalló causando un enorme incendio amenazador en las proximidades de una pila de bombas de 450 kilos. Los grupos de contraincendios tras una dura lucha contra el fuego consiguieron controlar el incendio, pero cuando ya estaba casi extinguido, el buque fue presa de una enorme sacudida causada por un torpedo que había lanzado el submarino I-56 aprovechando la confusión del momento. El trabajo de los miembros de seguridad del buque fue enorme pero en poco tiempo consiguieron que el portaaviones funcionara relativamente bien, con su cubierta reparada y operativamente dispuesto, desarrollando además una velocidad por encima de los 16 nudos.


Un kamikaze logra un impacto en un portaaviones de Estados Unidos

El primer ataque suicida oficialmente reconocido se salda con 16 muertos y 27 heridos.

Sangamon y Petrof Bay  son elegidos por otros dos pilotos suicidas, pero los artilleros consiguieron desviar su trayectoria haciendo algunos impactos en los aviones que cayeron al mar. No ocurre así con otro avión, el cual a pesar de sufrir también algunos impactos, se estrella contra la cubierta del Suwanee, cuyos artilleros habían derribado a otros dos aviones, pero ahora ven horrorizados como uno se estrella contra su buque, ocasionando un enorme agujero en la cubierta de vuelo de algo más de tres metros y que tras atravesarla hace otro en la cubierta de hangares aún más grande, de algo más de 7,5 metros, causando un número alto de bajas (más de 100 muertos) y originando un incendio en el hangar que fue sofocado con prontitud, permitiendo que al cabo de unas tres horas el buque estuviera de nuevo operativo.

La terrible táctica adoptada por los japoneses afectaba sicológicamente a sus oponentes, los que deseaban evitar los impactos de los aviones, pero era eso una táctica más, una táctica de efectos sicológicos pero no muy efectiva en cuanto a objetivos.

Esos objetivos se verían cumplidos en el caso del teniente Yukio Seki jefe de un grupo de cinco ceros de la sección Shikishima, grupo que eligió como objetivo a la ya de por si vapuleada Taffy 3, que se había librado milagrosamente del acoso de los acorazados de Takeo Kurita. De nuevo se encontraba ahora en medio del combate, y sería otra prueba de fuego para esta sufrida unidad, cuyos buques en mayor o menor medida habían tenido sus bajas y sus averías después del combate con la fuerza de Kurita.

La formación de Yukio Saki se acercó volando a muy baja altura al ras del mar, eludiendo la cobertura del radar de los buques de la Taffy 3. Uno de los kamikazes se dirigió hacia el Kitkun Bay, concretamente contra su puente, estrellándose contra el alerón de la cubierta de babor, cayendo el avión al mar y fallando por poco el impacto pleno. Igualmente provocó grandes destrozos por causa de la explosión de la bomba que llevaba, a pesar de lo cual el portaaviones no perdió su operatividad. Dos aviones más se precipitaron contra el Fansaw Bay, siendo derribados instantes antes de alcanzar su objetivo. El cuarto se lanzó contra el White Plains, pero la cortina de fuego de cañón, aunque no consiguió destruir el misil que era el avión japonés, si le hizo fallar en su puntería, haciendo que se estrellara contra el mar junto al portaaviones. El quinto pilotado por Yukio Seki eligió en principio este último objetivo, pero en el último instante cambió su rumbo embistiendo contra el St. Lô. El impacto fue brutal, destrozó y atravesó la cubierta de vuelo junto al ascensor de popa, causando una sucesión de incendios y explosiones que tuvo su punto culminante en una enorme deflagración. Una enorme llamarada con trozos del desdichado portaaviones mezclada con vapor se elevó hacia el cielo y en cuestión de pocos minutos el portaaviones se fue al fondo. Había trascurrido alrededor de media hora desde el impacto del piloto suicida y el número de victimas fue elevado, más de la mitad de la tripulación se fue con su buque.

La infortunada Taffy 3 recibió de nuevo la visita de estos diablos del cielo, esta vez un grupo de Judy. Las continuas patrullas aéreas consiguieron impedir el ataque de la mayoría, pero a pesar del esfuerzo, algunos se colaron, tomando uno de ellos como blanco al Kitkun Bay, pero consiguieron los artilleros de este barco conjurar el peligro cuando el avión enemigo se encontraba a menos de 50 metros, acertándole de pleno y destruyéndole. Sin embargo el Kalinin Bay  tuvo menos fortuna y dos aviones de cuatro que lo atacaron impactaron contra él. Uno contra la chimenea de popa y el otro contra su cubierta de vuelo. Con todo el buque resistió el envite.

Por fin los afortunados sobrevivientes de la heroica Taffy 3 se pudieron retirar a reparar las averías de sus buques y a descansar después de un arduo trabajo. Todos sus efectivos sin excepción habían sufrido bajas y de sus buques sobrevivientes ninguno se había librado de la furia enemiga, bien fueran los buques de Kurita, los kamikazes o ambos.

Posteriores ataques kamikazes en sucesivos días contra las fuerzas de invasión y los transportes se saldaron con algunos buques más hundidos y averiados, pero la decisiva batalla naval que los japoneses esperaban fue un fiasco, quedando el último acto acabado en cabo Engaño donde los japoneses perdieron los pocos portaaviones que quedaban y con ellos las muy remotas posibilidades de presentar alguna resistencia con su exigua armada, pero de eso hablaremos en el próximo episodio de esta batalla naval.


Un kamikaze avanza entre un diluvio de fuego antiaéreo

El fin del St. Lô

Mediavilla
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