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Casos de Estudio 007: Batalla del Golfo de Leyte Cabo Engaño: último acto del drama naval japonés en Leyte En cabo Engaño se esfumaron las esperanzas de la armada japonesa de un modo definitivo. El plan SHO bien diseñado pero falto de coordinación condujo a la flota japonesa a su casi total aniquilación, solo unos pocos barcos se salvaron pero, su futura presencia sería más testimonial que otra cosa. Recordemos, que en el mar de Sibuyan la fuerza central de Kurita había sufrido un duro castigo por los continuados ataques de aviones embarcados y éste había decidido llevar a cabo una maniobra de alejamiento para evitar la total destrucción, al tiempo esperaba la aparición de la flota de portaaviones mandada por Ozawa, la que debía de hacer de señuelo provocando el movimiento de la flota estadounidense hacia el norte, alejando a ésta de sus convoyes y facilitando una aproximación de la fuerza central al golfo de Leyte para intentar que el desembarco en Filipinas fuera un fracaso. La maniobra de Kurita dio sus frutos ya que coincidió casi con el descubrimiento de la flota de Ozawa, el cual había enviado un avión de señuelo para hacer que fuera seguido por un avión enemigo y provocar así el descubrimiento de su grupo. Halsey, en la creencia de que la fuerza central de Kurita ya no daría problemas, ordenó al grueso de la flota dirigirse al nordeste en busca de los portaaviones enemigos, y así lo hicieron los grupos operativos 34 y 38, el primero al mando de Lee que izaba su insignia en el Washington y el segundo bajo las órdenes de Mitscher cuya insignia se enarbolaba en el Lexington. Cabe destacar que Ozawa ante las noticias que le llegaban de Sibuyan y el conocimiento de la momentánea retirada de la fuerza central decidió a su vez retirarse girando el rumbo hacia el norte pero, alrededor de una hora más tarde llegó la orden del almirante Toyoda en la cual mandaba a todas las fuerzas a lanzarse al ataque. Ozawa volvió a su ruta inicial poniendo rumbo sudeste y Kurita viró en redondo para forzar la entrada por el paso de San Bernardino. (La aventura de la flota de Kurita ya la conocemos por el apartado dedicado a Samar.) Y a partir de ese momento el destino de la Marina Imperial Japonesa quedó sellado. Halsey dispuso sus fuerzas en dos grupos: el grupo operativo 34 al mando de Lee se adelantaría con sus 6 acorazados, 7 cruceros y 18 destructores unas 10 millas quedando rezagada la fuerza de portaaviones (grupo 38) para efectuar el ataque definitivo. Así las cosas, con las fuerzas de ambos contendientes ya preparadas para el que sería el último asalto de esta desigual batalla, a la 1 de la madrugada del 25 de octubre comenzaron los movimientos con la salida de 5 aviones del portaaviones Independence con el objetivo de localizar a la flota japonesa. La exploración sería llevada a cabo en un arco comprendido entre los 320º a los 10º del noroeste al nordeste. Más de una hora y media después la avanzadilla de la flota de Ozawa fue localizada. Una serie de errores en las coordenadas y las presentaciones en las pizarras de combate, situaron a los japoneses a 100 millas cuando en realidad se encontraban al doble de esa distancia. Esos errores llevaron a suponer que la fuerza de Lee que se encontraba por delante esperaba encontrarse con el enemigo hacia las 4 y media de la madrugada para atacarla con sus acorazados. La sorpresa vino cuando tras el paso de las horas se observó que no se cumplía ese pronóstico y cundió el desconcierto. El fracaso del reconocimiento previo por los errores mencionados, tuvo que ser corregido enviando otra patrulla aérea al tiempo se preparaba un ataque aéreo y los aviones empezaban a ser armados. Con las primeras luces del amanecer, a las 6 menos veinte de la madrugada, despegó el primer avión de los 180 que compondrían la fuerza de ataque integrada principalmente por torpederos y bombarderos en picado. La fuerza tomó el rumbo en el que se suponía que se debían encontrar los portaaviones japoneses y a la espera de las noticias de los aviones de patrulla enviados previamente. Esas noticias llegaron poco después de las 7 de la mañana y la fuerza aérea que debía atacar tomó el rumbo indicado por la patrulla. A poco de las 8 divisaron a la fuerza de Ozawa, que comenzó a aumentar su velocidad y a efectuar los típicos movimientos de evasión, al tiempo que se hacían despegar a los pocos ceros que los portaaviones japoneses llevaban, ridícula fuerza que pronto fue aniquilada. (El Zuiho era el único portaaviones al que le quedaban cazas: 15 en total; puesto que Ozawa el día anterior en un intento de ser localizado envió al paupérrimo grupo embarcado a atacar los portaaviones de Mitscher, pero sus aviones llegaron junto a un ataque con base en tierra y este pasó desapercibido y los estadounidenses ignoraban que también les habían atacado los portaaviones de Ozawa). Fue así que los buques japoneses quedaron a merced de sus enemigos y confiando en la eficacia de sus antiaéreos, que resultaron ser más espectaculares que efectivos, tal y como ocurrió en la batalla del mar de Sibuyan. Los resultados fueron de 10 aviones derribados durante el día. El primer ataque contra el Chitose fue tan efectivo por parte de los Helldiver que Mac Campbell as estadounidense y coordinador de blancos ordenó a los torpederos Avenger que atacaran a otros blancos. El Zuiho fue alcanzado por una bomba y consiguió eludir la trayectoria de dos torpedos, el Zuikaku también recibió un impacto a popa de un torpedo que afectó a su sistema de gobierno y sus comunicaciones de radio también resultaron con averías, por lo que Ozawa se vio obligado a cambiar al Oyodo. El destructor Akitsuki recibió el impacto de un torpedo se incendió y se fue al fondo. Al Chitose se le acercó el crucero Isuzu para intentar remolcarlo, pero desde el Isuzu se desistió de hacerlo al ver que el hundimiento del portaaviones era irremediable. Así las cosas y con todos los barcos japoneses inmersos en mil y un problemas y con sus tripulaciones trabajando a pleno rendimiento continuó el desastre. El Shimotsuki recogió a los supervivientes del Chitose que se fue al fondo antes de las diez de la mañana. En menos de dos horas los aviones estadounidenses ya habían hundido dos barcos y puesto en dificultades al resto de la flota nipona. Las cosas se complicaban para los japoneses porque estaba a punto de llegar la fuerza de acorazados de Lee, pero fue entonces cuando Halsey recibió las urgentes llamadas de Sprague. Halsey no podía creerse que la fuerza central de Kurita estuviera en condiciones operativas y a regañadientes ordenó a Lee aumentar su velocidad para acercarse más rápido a la fuerza japonesa de Ozawa, pero finalmente ante la insistencia de Sprague y el propio Nimitz tuvo que acabar ordenando a Lee virar en redondo y acudir en auxilio de los portaaviones de escolta de Sprague. Esta decisión, que al final resulto inútil, fue la que salvó a la fuerza de Ozawa de su total aniquilación. A pesar de la circunstancia favorable los japoneses aún deberían sufrir más ataques por parte de la aviación embarcada. El Chiyoda fue el siguiente de toda la maraña de buques japoneses en apuros, que para más problemas estaban ya totalmente desperdigados en batallas individuales contra las sucesivas oleadas de aviones que los atacaban. El Chiyoda fue alcanzado por varias bombas que le produjeron múltiples inundaciones y por último la inutilización de las máquinas lo que le dejó a merced de sucesivos ataques. El crucero ligero Tama junto al híbrido Hyuga se encontraban próximos al Chiyoda proporcionando cobertura y defendiéndose a su vez de los ataques. El Tama fue el más perjudicado por esos ataques al ser alcanzado por un torpedo que le hizo reducir su velocidad a 10 nudos quedando rezagado del resto. El cuadro no podía ser más descorazonador para los japoneses, en un continuo goteo de barcos, todos los supervivientes seguían navegando hacia el norte en un desesperado intento de huir de los continuos ataques, lo que de algún modo contribuía también a que el número de supervivientes fuera mayor de lo que podría haber sido. Aún así el castigo continuaba. La situación era la siguiente: Ozawa era el más alejado de la acción con Zuikaku, Zuiho y Oyodo, con el Ise en la retaguardia y tres destructores. Más atrás y como a unas 20 millas estaba el Tama que iba perdiendo combustible. Aún más atrás se encontraba el Hyuga que en compañía de un destructor intentaba ayudar al Chiyoda y en todo caso tomarlo a remolque. Aún más atrás el Isuzu y un destructor y cerrando el rosario de buques iba otro destructor renqueante. Los grupos aéreos del Lexington y el Langley llevaron a cabo otro ataque que iniciado a la 1 y 10 minutos de la tarde duró una hora tras la cual dejaron al Zuikaku agonizante y a punto de hacer compañía en el fondo del mar al resto de los portaaviones que participaron en Pearl Harbor. El evento ocurrió a las 2 y 15 momento en que definitivamente se fue al fondo. A los grupos del Lexington y Langley se unieron aviones del Essex que acertaron algunos impactos en el Zuiho dentro del cual se inició un incendio que fue controlado, continuando el portaaviones navegando como si nada hubiera pasado, pero recibió más ataques con el resultado de su hundimiento hacia las tres y media de aquella nefasta tarde para los japoneses. El Ise se libró de varios impactos de bombas gracias a sus movimientos evasivos zigzagueantes. El grupo de Ozawa se dispuso a recoger a los supervivientes de ambos portaaviones, llegando entretanto el Tama y el Hyuga, este último después de desistir de remolcar al Chiyoda ante los continuos ataque aéreos. Se encargaron de recoger a los supervivientes el Isuzu y un destructor, dejando al agonizante portaaviones abandonado a su suerte, y finalmente fue acribillado y hundido poco después por el ataque de dos cruceros pesados. El Ise y el Hyuga fueron atacados ya al atardecer por aviones embarcados, por suerte para ellos con escasos resultados.
Ya al anochecer y guiados por cazas nocturnos los cruceros de Du Bose precedidos por grupos de destructores procedieron a la caza de los buques japoneses desperdigados. Al poco rato se encontraron con tres destructores que procedían a recoger a los supervivientes de los portaaviones Zuiho y Zuikaku. Dos de esos destructores pudieron, gracias a la distancia que les separaba del enemigo y a su velocidad, huir del ataque de los barcos estadounidenses, pero el tercero, el Hatsuzuki que iba mandado por el comandante de la 61ª escuadrilla de destructores capitán de navío Amano se dispuso a enfrentarse con los buques enemigos que se acercaban. Maniobró a gran velocidad y se dispuso a lanzar torpedos para obligar a los buques estadounidenses a adoptar maniobras evasivas. Alcanzado por varios de los disparos que se le hicieron aún navegaba a 20 nudos. El comportamiento heroico de la tripulación del Hatsuzuki obligó a los destructores enemigos a retirarse en su intento de torpedearlo, lo que dio origen a una orgía de disparos de artillería por parte de los buques estadounidenses y pasó a ser un juego del ratón y el gato en el que el gato se parecía más al ratón. Las maniobras evasivas del buque japonés estaban obligando a sus oponentes a gastar más de la munición precisa para hundirlo (algún barco había rebasado los mil disparos) y a pesar de ello el barquito seguía dando guerra y navegando. Un nuevo intento de torpedearlo de los destructores se saldó con un intercambio de disparos sin ningún resultado en el lanzamiento de torpedos, pero la suerte del heroico buque japonés tocaba a su fin: estaba con su velocidad notablemente reducida y situado a una distancia pequeña para los cañones de los cruceros. En esa situación los cruceros empezaron a disparar destrozando literalmente al destructor japonés que, casi dos horas después de comenzado el combate se fue a pique entre grandes explosiones. La situación de Du Bose se tornó complicada porque Ozawa enterado de la situación del Hatsuzuki había decidido acudir en su ayuda con los buques Oyodo, Ise e Hyuga además de un destructor. Por fortuna para el grupo de Du Bose el grupo de Ozawa llegó tarde no pudiendo hacer nada en ningún sentido. Las dos horas de heroica resistencia del Hatsuzuki y su tripulación habían dejado a los buques enemigos con sus reservas de munición muy mermadas, por lo que un encuentro de Du bose y Ozawa se hubiera augurado muy incierto. La odisea de los buques supervivientes de Ozawa aún no había acabado, el Tama que navegaba renqueante fue torpedeado por el submarino Jallao resultando hundido. Con el hundimiento del Tama acababa el calvario de la flota japonesa en su última batalla como tal.
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