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Casos de Estudio 003: Estudio de factibilidad de la
La opinión alemana: la fanfarronada
K.J. Macksey en su libro Errores militares de la Segunda Guerra Mundial diferencia claramente los puntos de vista de los altos mandos alemanes de acuerdo con el Arma al que corresponden; así, habría uno para el Heer, uno para la Kriegsmarine y uno para la Luftwaffe. No obstante, y desmarcándose de esas posturas “corporativas” tres altos mando abogaron fervientemente por una acción inmediata. Tanto Kesselring como Student defendían un desembarco aerotransportado que tal vez hubiera podido dar frutos positivos si se hubiera llevado a cabo en junio. Sir Bassill Liddell Hart en su libro Al otro lado de la colina (ver Nota 1) asegura que, tras Dunquerque, unas pocas divisiones hubieran batido a las inglesas (lo mismo dicen Fleming (ver Nota 2)y Macksey), puesto que su reorganización y reequipamiento se llevaron a cabo muy lentamente. Huelga decir que la moral británica, en ese momento, era muy baja y un sector del establishment político era favorable a una paz negociada. En suma, el desembarco del XI CE aerotransportado (la 7ª Fliegerdivision y la 22 Div. Aerotransportable) hubieran mantenido una presión constante sobre un enemigo derrotado. Bien es verdad, como dice Von Rundstedt (ver Nota 3) que el abastecimiento aéreo no estaba organizado, pero tampoco lo estaban los puentes aéreos y en 1936 se llevó a cabo el primero entre Marruecos y la Península Ibérica. El mayor problema, no obstante, hubiera podido ser la falta de armamento pesado entre las unidades aerotransportadas. Otro oficial alemán que defendió la improvisación para de proseguir la persecución de los ingleses fue Manstein. El no llevarla a efecto le produjo un hondo malestar. “Corporativamente” las opiniones irían desde el deseo de que Goering fracasara en su ofensiva aérea (recordemos que el 11 de julio se supeditó Seelöwe a la consecución de la superioridad aérea) para evitar una operación desesperada por parte de la Kriegsmarine, pasando por un cúmulo de baladronadas por parte de Goering, hasta un optimismo inconsciente del Heer. Esta última postura, lo mismo que la de la Kriegsmarine, merecen ser matizadas. El Heer pareció plantearse toda la operación como un paso de río algo más complejo, ignorante de las dificultades que ello entrañaría. La Kriegsmarine había sufrido elevadas pérdidas en la aventura noruega y, en junio de 1940 disponían de muy pocas unidades (sólo les quedaba un crucero pesado y dos ligeros). Seelöwe podía llevar aparejada la desaparición de éstas. Por su parte, la Luftwaffe, de un modo poco realista, intentó abarcar todos los objetivos de una sola vez, sin una planificación pormenorizada. Para colmo de males, mostró sus mejores cartas antes de llevar a cabo su ofensiva: Hasta el 12 de agosto se realizaron incursiones pequeñas sin un objetivo definido con el fin de experimentar un nuevo sistema de ayuda para la navegación, el Knickbein y que funcionaba por la confluencia sobre el objetivo de ondas de radio que guiaban a los bombarderos. Esto trajo dos consecuencias inmediatas. Por un lado habituó a los británicos a los ataques aéreos, por lo que, cuando se buscó el terror mediante los bombardeos a las poblaciones, no se pudo conseguir. Por otro, permitió al ala 80 de la RAF neutralizar el sistema de navegación interfiriendo las ondas. Así, el Knickbein estaba obsoleto para Seelöwe. Al margen de lo expuesto hasta ahora, parece que, a excepción de la Luftwaffe, ningún estamento de la Wehrmacht, y menos que nadie Hitler, tomó en serio la posibilidad de invadir Gran Bretaña. Incluso se sospecha que las exageraciones sobre el aumento de las defensas británicas parecían ser deliberadas. No es de extrañar pues que Blumentritt diga que, entre los estados mayores, se refirieran a Seelöwe como FANFARRONADA. (ver Nota 4) Por último me permito citar textualmente unos párrafos del libro La guerra que había que ganar, que resume con precisión lo que considero era el sentimiento subyacente en las altas esferas alemanas tras la hecatombe francesa en junio de 1940:
Bibliografía: Fleming, Peter; Operación León Marino. Hitler y la invasión de Inglaterra. Editorial Juventud, Barcelona 1960. Murray, Williamson y Millet, Allan R.; La guerra que había que ganar. Editorial Crítica, Barcelona 2002. El último párrafo se inserta en las páginas 105 y 106. Lidell Hart, B.H.; El otro lado de la colina. Ediciones ejército, Madrid 1983. José Ignacio Pasamar López |
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